Como todos los días, en las primeras horas de la mañana, durante los últimos cuatro años, sin importar que llueva, truene o ventee, Gisela Rodríguez con su rudimentaria pero efectiva escoba de guano barre la plazoleta de San Antón, en la Ciudad Colonial, donde se encuentra el abandonado santuario de oración construidos por esclavos en el año 1502, por orden de Nicolás de Ovando. Jorge González.
El Nacional
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