La ambición hace desaparecer la prudencia y mata la decencia
El pensar si será la ambición algo así como una inspiración natural en el hombre, que le proporciona un incentivo para mejorar la vida en todos sus sentidos, sería algo divino.
Pero, si profundizamos un poco más, es posible que lleguemos a la triste conclusión, que esa “inspiración”, tiene el gran problema de tener tendencia a convertirse en un cáncer maligno. Cáncer este que hace desaparecer la prudencia y el sentido de satisfacción y de hacerlo así, quizás, estaríamos más próximos a conocer su peligrosidad, en cuanto a lo insaciable.
Sin lugar a dudas que de las cualidades que adornan al ser humano, la ambición engendra todo un mundo de iniquidades y bajezas donde ni los lazos familiares, en muchos casos, tienen significado alguno.
Y no vamos a hablar de la traición porque bien conocido es, que representa la mejor y fatal hija de la señora ambición y más, cuando se encuentra en un estado peor que un caballo desbocado, tal y como hemos visto ha sucedido en estos últimos años.
De ella, a diario nacen acciones revestidas de privilegios e indelicadezas pero cubiertas con una fina manta de “legalidad”, ya que la misma ambición, se encarga de producirla.
Sí, es tan desgraciada que no hay valor alguno, dentro de los humanos, que permanezca indemne; todo lo corroe y ese bendito cerebro humano no cesa de producir argucias para justificar la locura que produce.
Es así como asistimos en los últimos tiempos a creaciones maquiavélicas producto de una estrategia satánica para encubrir actos dolosos o inmorales –lo mismo da-; la cuestión es que se blindan de tal manera y forma, que siempre hacen que parezca legal, ya que ellos mismos crean las leyes con esos fines.
En estos tiempos “modernos” y eternamente “respetuosos” del llamado ostentosamente “seguidores del debido proceso”, nos damos de frente con qué; “Hasta que no se emita una sentencia definitiva, no se puede suspender un juez de sus funciones y muchos menos, a todos aquellos empleados y funcionarios que pertenecen a lo que a un teórico, retorico en su totalidad, le dio por llamar, “de Carrera Administrativa”.
Vaya usted a ver que vaina, todo, producto de una estrategia puesta en marcha hace cuestión de una década, con la finalidad de perpetuar en sus puestos a todos aquellos que les pertenecían, ya sea por ser miembros del partido o familiares de los mismos.
Tal fue esa exitosa estrategia, que hoy lo estamos pagando con creces. Ningún Comandante osa cancelar un miembro de la unidad por faltas cometidas en contra del Reglamento Disciplinario y ni hablar del mamotreto de ley orgánica de las fuerzas armadas, que mal aprobaron en un contubernio bochornoso y ruin entre militares, policías y políticos.
Y quizás, muchos no comprendan el porqué del fracaso del toque de queda y mucho menos sospechen que la esencia del problema ha sido este, donde la disciplina se fue al carajo, el respeto a los superiores navega por aguas borrascosas, ya que, el entrenamiento, exprofeso, se fue discurriendo lenta, pero sin descanso, cual si fuera una lagrima derramada por la muerte de un ser querido.
Lo que si se llevó a cabo, fue el seguimiento al refrán aquel que reza: “Donde fueres, haz lo que vieres”.
Y es que prefirieron darle seguimiento al ejemplo que pusieron los políticos, funcionarios, civiles, militares, policías y su comportamiento corrupto y abusivo producto de una ambición que nunca se detuvo siquiera en las puertas del Palacio, lugar donde residía la cabeza y cerebro de todo el corrupto manejo de los bienes del Estado. ¡Maldita sea mil veces la ambición. ¡Sí señor!
Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
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