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Esto pienso, esto creo: Todo lo repetimos, con excepción de la excelencia

Esto pienso, esto creo: Todo lo repetimos, con excepción de la excelencia

Dijo en su momento, el político y filósofo Séneca el joven, que una persona inteligente se repone de un fracaso, pero, un mediocre, jamás se recupera de un éxito y, como un rayo me vienen a la mente una miríada de nombres, principalmente políticos, donde de inmediato se apodera de mi la cefalea que se convierte de inmediato en mi inseparable compañera. Y es que, en cuanto a estos personajes hacedores de ilusiones e idílicos paraísos, tal parece, que conocido uno, conocidos todos, ya que todos tienen en común que una cosa es la que dicen desde sus minaretes y otra la que ejecutan, salvo muy ligeras excepciones.

¡Pero que estoy diciendo? ¿Acaso no es lo mismo de siempre? Pues fíjese usted que así es, siempre ha sido y es lo mismo y aquel que lo dude, no vive en esta tierra. Muchos no viven para ver el inicio y final de una obra, sea esta buena o mala, pero, tal y como ya expresé en su oportunidad, las verdades, así como las realidades, siempre comulgan en algún momento y en algún lugar y eso, espero yo verlo.

Conocí los inicios del clientelismo en las instituciones del Estado, incluyendo las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y dije que eso no era bueno, lamentablemente, el tiempo me ha dado la dolorosa razón.

Lo mismo y, con igual dolor, he visto cómo surgió el clientelismo político, pero más cruel, inhumano y, sobre todo, corrupto y corruptor, donde el fin último ha sido, la obtención de un voto fácil, sacado a flote de las mismas entrañas de la miseria y el analfabetismo.

Un voto purulento, que, a pesar de la distribución indiscriminada de los recursos del Estado, no necesariamente asegura que esos míseros inserten su voto por quien le ha estrujado en su miseria, alguna que otra cajita, fundita o “ayudita”.

 Para muestra, las últimas elecciones presidenciales, donde el descaro, el despilfarro y la impunidad llegaron a lo indescriptible, daba  asco el ver como se dilapidaban los recursos del erario; el cómo hasta el asfalto era utilizado de una manera burda, cual si lo importante fuera el que se acabara el mismo y no la correcta pavimentación de las calles, con excepción quizás, de determinadas obras en el Sur dirigidas a beneficiar a particulares pero, hasta eso, se perdió en las brumas de la impunidad y las posteriores negociaciones políticas, que al parecer, acrecentaron la fortaleza del blindaje que de por sí ya tenían aquellos desvergonzados y que hoy, siquiera son mencionados o tocados con el pétalo de una rosa.

 El solo pensar que todas estas “indelicadezas” recibirán su castigo, nos convierte en unos ilusos, pensando en utopías mientras ellos permanecen extasiados y tranquilos de su obra, cual, si estuviesen contemplando “El juicio Final”, en el ábside de la Capilla Sixtina, sin temor a cualquier temblor que los ponga en peligro.

Y aprovecho, para decir que no es cierto lo aseverado por algunos de que tengo animadversión o insensibilidad ante las penurias de los mal llamados padres de familia, todo lo contrario, con lo que no estoy de acuerdo es con la forma de las ayudas que se han ido denigrando en su aplicación, donde ya hablamos de más de 138 mil millones que al parecer es como si lo lanzaran al vertedero de Duquesa.

Donde la supervisión y aplicación de las medidas de ayudas dejan mucho que desear. Dejo un solo ejemplo de una pobre madre de familia que se desempeñaba como doméstica en un hogar devengando un salario de 12 mil pesos mensuales pero que, al recibir una llamada de pasar a recoger dos meses atrasados de su “ayuda”, en ese mismo momento dejó su trabajo, por qué, ¿Quién teniendo que trabajar todo un mes por 12mil, va a continuar haciéndolo, cuando su ayuda es por 25 mil? Sí eso está bien, solo me queda referirme a lo dicho por Sócrates: “Prefiero que todo el mundo esté en desacuerdo conmigo, que perder la armonía que tengo conmigo mismo”.  Así lo pienso y así lo creo. ¡Sí señor!

El Nacional

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