Grupos de pandilleros que asaltan, venden drogas e implantan el terror en algunos barrios, es un problema que debe figurar como principal tema delincuencial en la agenda del gobierno, a fines de erradicar a la violencia de bandoleros, cuyas acciones amenazan extenderse a otros barrios capitalinos, lo que podría ser un retrato de la situación que vive Haití, un país ingobernable donde predominan bandas fuertemente armadas que han sustituido a un Estado colapsado.
Las actuales autoridades, en el pasado reciente, antes de asumir al poder, contrataron a ex alcalde de Nueva York, Rudy Guiliani, para replicar y diseñar un plan contra la delincuencia que ya echaba raíces ante el anterior periodo gubernamental.
Al parecer, la estrategia elaborada no encontró una efectiva aplicación, pues la política contra grupos organizados o individuales para cometer crímenes, no debe ser imitada, dado que su ejecución debe abordarse correctamente, tomando partiendo de una situación concreta y una realidad concreta en cada territorio.
Estados Unidos es una potencia económica que tiene su propia realidad, recayendo en particularidades como es el caso de Nueva York, donde hubo una drástica disminución y casi erradicación de los nichos de malhechores bajo el mandato del antiguo alcalde de esa ciudad, pero ese modelo no iba a tener éxito en la República Dominicana, por las características y variables que hemos enunciados, y quizás aquí podría copiarse a Nayib Bukeke, presidente de El Salvador, que encerró a todos los pandilleros en una nueva cárcel, logrando que no se registrara un solo homicidio el último año.
Estamos a tiempo de detener el avance de las pandillas utilizando el aparato represivo del Estado, para sacar de circulación a los infractores de le ley penal, que castiga los criminales con penas severas, y así llevar tranquilidad a los ciudadanos dominicanos, que deben gozar de la protección de las autoridades en un clima de convivencia pacífica.
Tenemos entendidos que la Policía conoce por sus nombres a las cabezas de todas las pandillas, por lo que deben actuar con rapidez y someterlos a la justicia, con pruebas, dándole a los jueces la sustentación necesaria para dictar medidas de coerción y los expedientes concluyan con sentencias condenatorias.
Es hora, pues, de una persecución tenaz contra las pandillas que siembran de terror los barrios, y sus tentáculos se aproximan a los centros escolares, donde tratan de reclutar jóvenes inocentes a sus organizaciones delincuenciales, algo que es muy peligroso, por lo que debe instalarse una vigilancia para que los mensajeros de la muerte no se acerquen al perímetro de los planteles de enseñanza.