El debate de candidatos el pasado 24 de abril, una fecha memorable en la que no se debe permitir un relajo, en lo político, como dice el “tigueraje”, fue un “tripeo” en el que ganó presidente Luis Abinader.
Y no ganó por una retórica de buena defensa; no, salió airoso porque la molicie de una oposición floja, lo acomodó. Aunque en su defensa, como siempre, acudió a la mentira; se dio el lujo hasta de hacer chistes aludiendo al mote de “tayota” que le colocó la oposición antes de asumir el poder. Previo a ello olfateó la retórica de los contendores, y pudo observar que más que en coche, iría en carroza.
Y no es que se pretenda que se ofendieran o se fueran a los puños; pero sí queríamos ver un debate donde se desnudaran falsedades; que el presidente no hiciera una simple rendición de cuentas de su gobierno; que sus contendores lucieran siempre al ataque, como verdaderos enemigos políticos.
Sí, porque nos pareció ver una simple conferencia de prensa de políticos u otra cosa; no un auténtico debate. Y, aunque se haya dado esa contienda, consideramos que es una absurdidad que en un país presidencialista, con la ventaja que se dice tiene el mandatario en las encuestas, también participe como candidato, por nueva vez, en estos debates. Es obvio que “comerá con su dama”.
Por lo demás, podremos decir que fue aburridísimo; y esto, no es como dicen algunos de que una democracia madura y estable tiene síntomas que aburren. No, ahora tenemos una sociedad amodorrada, derechizada, y una oposición perezosa, pasiva; que no es agresiva como lo fue el mandatario cuando aspiraba a la Presidencia de la República.
Es un contrasentido que un gobierno con tantas falencias, sea producto de una democracia madura y estable para los gobernados.
Partiendo de esto, también podremos afirmar que el debate de las candidatas a vicepresidentas fue más entretenido y más sustancioso; son más respetuosas; están menos alienadas y, en consecuencia, menos contaminadas, lo que las diferencia de nuestros políticos embaucadores.
En resumidas cuentas, vimos a un Leonel Fernández que con una inoportuna retórica intelectual y técnica, como si fuera un novato ansioso por destacarse; no fue punzante. Pudo enumerar un montón de inconsistencias políticas del actual gobierno.
¿Acaso temía a que le enumerarán las calamidades de sus pasados gobiernos? Así no vale la pena competir.
De su lado, el candidato presidencial del PLD, Abel Martínez, aunque con pocos minutos disponibles, fue más contundente en sus argumentos, en las réplicas concedidas. Pero está claro que desde el principio, debido a lo pasivo de lo que no pareció un verdadero debate de contrincantes, por prudencia, tuvo que bajar la guardia.