Me inclino a llamarle “Generación Aloloco” a ese conglomerado humano “urbano-proletario” que vive en total abandono personal y social empleando el tiempo infructuosamente, muchos sólo con educación básica; otros un poco más adelantados, pero en todos ellos su oscuro mérito es el comportamiento incívico cargado de un chorro de vulgaridades. Con total indigencia léxica.
En un desplazamiento en favor de lo peor, de lo superficial, con pobre higiene mental ensuciada por el constante visionado de las redes sociales en donde se alimentan de letras absurdas y vulgares de pretensas canciones que no son más que expresiones lascivas, libidinosas.
La ropa con que se cubren, porque no se visten, las señas, el lenguaje, el tatuaje que intimida…, se han convertido en sellos de identidad. Sus artistas llamados “urbanos” provienen del mismo entorno, así desde la niñez aprecian la pornografía exhibida por estos autores y además por los contenidos del internet.
Es decir, a temprana edad expuestos a imágenes de desenfreno total, a las drogas y alcohol que actúan como gérmenes de la mayoría de los desmanes en las calles, escuelas, hogares, y ya jóvenes, pero en total inmadurez se involucran en conductas sexuales brutales, sus bailes de espasmódicos movimientos de vientre y glúteos sin ningún miramiento por la buena conducta. Verdaderos pornógrafos del “baile”, ignorando el daño que se generaliza en la población más joven atrapada en el tugurio, y que le conduce a la delincuencia del pillaje, el atraco, los crímenes y al total irrespeto a la autoridad.
Es un tremendo daño social que se ha ido incrementando y que lo impone una familia la mayoría de las veces rota, o un Estado que no ha querido cargar con la responsabilidad de mejorar su habitad en que mal viven, que se convierte en una fábrica de adictos, traficantes y criminales que a temprana edad desarrollan estas conductas deleznables que elevan las estadísticas criminosas que la autoridad luego pretende ocultar.