Opinión Carta de los Lectores

Guerra contra el futuro

Guerra contra el futuro

El castigo por querer el bienestar y la felicidad del pueblo

No hay nada más intolerable para el imperio estadounidense que un pueblo que decide vivir con dignidad. Ni siquiera necesita tomar las armas, ni nacionalizar empresas, ni expulsar embajadores. Basta con que sueñe con una vida justa, organizada y solidaria para que el sistema active sus defensas más feroces.

Lo hemos visto en América Latina, en África, en Asia. Y ahora lo vemos en el corazón mismo del imperio: Estados Unidos. Lo que le hicieron —y siguen haciendo— a Bernie Sanders y ahora a Zohran Mamdani no es una simple disputa política dentro de un partido. Es una guerra preventiva contra cualquier intento de humanidad organizada.

Cuando la decencia se vuelve subversiva. ¿Qué ofrecían Bernie o Mamdani en sus plataformas básicas? Que nadie se endeudaría de por vida por enfermarse, que el alquiler no sería una condena a la pobreza eterna, que los inmigrantes dejarían de vivir aterrorizados por el mismo sistema que apoyan con su trabajo, que el dinero del pueblo no sería usado para financiar masacres ni ocupaciones, sino viviendas, escuelas, salud, transporte público, y que el trabajador recibiría una parte justa de las riquezas que produce.

Pero en el sistema actual, el bienestar y la felicidad del pueblo que prometen con esa plataforma básica no es política pública: es conspiración. Y como toda conspiración contra el orden establecido, debe ser castigada, ridiculizada, desarticulada.

Bernie fue aplastado dos veces. No por los votantes —ganó en Iowa, Nevada y casi en California— sino por una maquinaria partidaria construida para bloquear cualquier desviación real del guion neoliberal. Superdelegados, pactos a puerta cerrada, encuestas manipuladas, medios que lo caricaturizaban como “radical” mientras ocultab an su arraigo en la clase trabajadora.

Y ahora Zohran Mamdani, joven, brillante, musulmán socialista, hijo de migrantes, defensor del pueblo palestino, representante del Bronx y de una generación empobrecida, enfrenta la misma estructura. Millones de dólares en su contra, financiados por intereses inmobiliarios, sionistas y reaccionarios. Un Partido Demócrata que prefiere perder un escaño antes que tolerar una voz que cuestione su lealtad al capital.

Pero quizás el ejemplo más claro y constante del castigo por dignidad es Cuba. Desde 1959, por cometer el «crimen» de alfabetizar a sus pobres, de construir un sistema de salud universal, de poner la tierra en manos de los campesinos y desafiar el tutelaje de Washington, ha sido atacada sin tregua.
Por: Felipe Lora Longo

El Nacional

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