Articulistas

Haití y Santiago

Haití y Santiago

Hugo A. Ysalguez

En Santiago se han registrado muchas batallas por la Independencia de la República y por la Restauración, pues los habitantes de allí, reforzados por otros combatientes de comunidades vecinas, han dado muestra de heroísmo en defensa de la dignidad y el decoro de la Patria, abonando con su sangre generosa el camino para que hoy disfrutemos de un Estado Social, Democrático y de Derecho, un eje fundamental para la convivencia humana.

Los santiaguenses no se quedan atrás cuando la República los llama a defender su soberanía, dando una demostración fehaciente de esa conducta histórica, cuando sus ciudadanos se han empoderado frente a la inmigración ilegal haitiana, apresando y deportando con sus propios recursos en autobuses alquilados, a decenas de indocumentados expatriándolos a Haití.

Y precisamente Santiago ha sido escogida por el Instituto Duartiano para celebrar el primero de octubre una gran marcha contra la invasión pacífica de Haití en nuestro territorio, a fin de forzar a nuestras autoridades a deportar a quienes no tienen autorizaciones para vivir y pisotear el suelo dominicano, cometiendo todas clases de barbarie sin un régimen de consecuencias, mientras se convierten en núcleos sediciosos que actuarán como quinta columna a favor de nuestros vecinos, en el último combate que ha de librarse algún día.

Todos los caminos conducen a Santiago el próximo sábado a una gran marcha, donde participarán muchos sectores nacionalistas de la sociedad civil y de entidades políticas, dado que se trata de un acto pluralista, cuya única dirección y organización descansa en el Instituto Duartiano, presidido por un ex juez de la República, el doctor Wilson Gómez, a quien no se le conoce ninguna inclinación partidaria.

Hemos oído algunas voces agoreras, criticando esta gran marcha y la que le precedió en Santo Domingo, pero los haitianófilos no son un grupo muy reducido, a quien el filósofo, escritor y gran tribuno romano, Cicerón, se refirió con estas palabras:

“Una nación puede sobrevivir a sus tontos, e incluso a sus ambiciosos, pero no puede sobrevivir a la traición desde adentro. Un enemigo a las puertas es menos temible, porque muestra sus banderas abiertamente en contra de la ciudad”.