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Hay células que protegen tu cerebro, pero también otras pueden atacarlo

Hay células que protegen tu cerebro, pero también otras pueden atacarlo

Las microglías son el miembro más pequeño de la familia de las glías, unas células que se encuentran en nuestro cerebro.

LONDRES. A través de la historia, a estas células se les ha pasado por alto, considerándose simples “soldados rasos” del sistema inmunológico.

Sin embargo, cada vez más científicos creen que la microglía puede tener un papel directo en el control de fenómenos que van desde la adicción hasta el dolor.

Algunos creen que incluso pueden desempeñar un rol clave en enfermedades como el alzhéimer, la depresión, la ansiedad, el Covid prolongado y la encefalomielitis miálgica (EM), también conocida como síndrome de fatiga crónica.Pero, ¿qué son exactamente las microglías?

Hay dos tipos de células que componen el cerebro. Las neuronas, también conocidas como células nerviosas, son los mensajeros del cerebro y envían información a todo el cuerpo a través de impulsos eléctricos.

Las glías

El otro tipo, las glías, componen el resto. Las microglías son el miembro más pequeño de la familia de las glías y representan aproximadamente el 10% de todas las células cerebrales.

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Las pequeñas células tienen un «cuerpo» central de forma ovalada del que emergen delgados brazos en forma de zarcillo.

«Tienen muchas ramas que se mueven continuamente para inspeccionar su entorno», dice Paolo d’Errico, neurocientífico de la Universidad de Friburgo, Alemania. «En condiciones normales, extienden y retraen estos procesos para percibir lo que sucede a su alrededor».

Cuando funcionan bien, las microglías son esenciales para el funcionamiento saludable del cerebro. Durante nuestros primeros años, controlan el desarrollo del cerebro al podar las conexiones sinápticas innecesarias entre las neuronas.

En neuronas

Influyen en qué células se convierten en neuronas y reparan y mantienen la mielina, una capa protectora de aislamiento que recubre las neuronas, sin la cual la transmisión de impulsos eléctricos sería imposible.
Su función no termina ahí.

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A lo largo de nuestra vida, las microglías protegen nuestro cerebro de las infecciones al buscar y destruir bacterias y virus.

Limpian los desechos que se acumulan entre las células nerviosas y eliminan y destruyen proteínas tóxicas deformes, como las placas amiloides (los grupos de proteínas que se cree que desempeñan un papel en la progresión de la enfermedad de alzhéimer). No obstante, en determinadas circunstancias pueden volverse incontrolables.

La cara negativa

«Las microglías tienen dos caras: una buena y una mala», afirma Linda Watkins, neurocientífica de la Universidad de Colorado en Boulder.

«Buscan problemas, actividad neuronal inusual y daños. Están atentas a cualquier tipo de problema dentro del cerebro, pero cuando se emocionan demasiado, pasan de ser los buenos vigilantes a los malos patológicos».

Rebeldes

¿Qué hace que se vuelvan rebeldes? Cuando las microglías detectan que algo no va bien en el cerebro, como una infección o una gran presencia de placas amiloides, pasan a un estado superreactivo.

«Se vuelven mucho más grandes, casi como globos grandes, y retraen sus apéndices y comienzan a moverse, devorando el daño como pequeños Pac-Mans», dice Watkins.

Las microglías activadas también liberan sustancias conocidas como citocinas inflamatorias, que actúan como un faro, llamando a otras células inmunes y a la microglía a la acción.

Ayudar al cuerpo

Esta respuesta es necesaria para ayudar al cuerpo a luchar contra los invasores y las amenazas. Por lo general, después de una cierta cantidad de tiempo, las microglías vuelven a su estado «bueno».
Pero a veces parece que la microglía puede permanecer en este estado de sobreexcitación mucho después de que el agente infeccioso haya desaparecido.

Ahora se piensa que estas microglías fuera de control son la causa de una variedad de enfermedades y afecciones modernas.

Tomemos como ejemplo la adicción. Esta afección se ha considerado históricamente un trastorno del sistema neurotransmisor de la dopamina, y los desequilibrios de esta última son los responsables de que los pacientes tengan un comportamiento cada vez más centrado en las drogas.
Pero Watkins tiene una teoría diferente.

En un artículo académico publicado recientemente, Watkins y científicos de la Academia China de Ciencias sostienen que cuando una persona toma una droga, su microglía ve la sustancia como un «invasor» extraño.

«Lo que descubrimos a través de nuestra propia investigación fue que una variedad de opiáceos activan las células microgliales, y lo hacen al menos en parte a través de lo que se llama el ‘receptor tipo Toll’ (TLR)», dice Watkins.

«Los receptores tipo Toll son receptores muy antiguos diseñados para reconocer objetos extraños. Se supone que están ahí para detectar hongos, bacterias y virus. Son los receptores del tipo ‘no soy yo, no estoy bien, no estoy bien'».

Cuando la microglía detecta drogas como opiáceos, cocaína o metanfetamina, libera citocinas, lo que hace que las neuronas que están activas en el momento de tomar la droga se vuelvan más excitables.

Conexiones

Fundamentalmente, esto lleva a la formación de conexiones nuevas y más fuertes entre las neuronas y a la liberación de más dopamina, lo que refuerza el deseo y la ansiedad por la droga. La microglía cambia la arquitectura misma de las neuronas del cerebro, lo que lleva a hábitos de consumo de drogas que pueden durar toda la vida.

La evidencia que apoya esta teoría es convincente. Por un lado, los drogadictos ven un aumento de la inflamación y las citocinas inflamatorias en el cerebro. La reducción de la inflamación en animales también reduce el comportamiento de búsqueda de drogas.

El equipo de Watkin también ha demostrado que se puede evitar que los ratones busquen continuamente drogas como la cocaína bloqueando el receptor TLR y evitando la activación de la célula en sí.