Reportajes

Higüeyanos amenazaron en 1962 con declararse “independientes”

Higüeyanos amenazaron en 1962 con declararse “independientes”

Cuando Luis Conrado Cedeño volvió a la Universidad desde su pueblo, tras el asueto del Corpus Christi, vino con el cuento de una declaratoria de independencia. Me transmitía la información, me dijo, para que yo escribiese de ello en “La Nación”.

No le creí, por supuesto. Tuve la sensación de hallarme ante una trastada de Luis Conrado, muchacho de carácter alegre y dicharachero.

En realidad, no andaba descaminado, pues a poco me llamó el doctor Arévalo Cedeño Valdez, presidente del comité municipal de Unión Cívica Nacional en Higüey y regidor del Ayuntamiento.
-No te hevisto publicar nada de cuanto te mandé a decir, reclamó.

-¿Publicar qué? ¿Quién ha debido decirme qué?, respondí sorprendido.

-Luis Conrado me dijo que ustedes están en la misma aula en la Universidad y por eso le hablé del malestar de este pueblo. Aquí se habla hasta de separar la región Oriental del resto de la República.

No me quedó más remedio que reirme de tal afirmación. Esta vez, sin embargo, decidí conversar sobre el particular con el director del diario, Rafael Bonilla Aybar. Ya no lo exponía un condiscípulo en instantes de jarana.

Lo sostenía un notable hijo de la comunidad, abogado de ejercicio reconocido y dirigente político.
Cuando conversé de aquello con Bonilla Aybar, me pidió averiguar con más detalles todo cuanto pudiera saberse sobre el particular. Fue por ello que armé viaje hacia Higüey. Por su parte, él habló con don Luis Amiama Tió, miembro del Consejo de Estado. Por entonces, ya los higüeyanos iniciaban sus protestas.
La historia comenzó a salir a flote hacia el primer tercio del mes de julio de 1962.

Entrar al territorio del municipio, sin embargo, no era tan fácil. Iniciamos el viaje por el cruce de Guerrero para alcanzar la carretera de Guaymate. Pero no pudimos pasar del cruce de Pavón. Agentes policiales ofrecían noticias respecto de los impedimentos desde el puente sobre el arroyo Culla.

Nos devolvimos, para retornar hacia La Romana. Conocíamos un camino interior que trazado desde Buena Vista, al Este de la ciudad, cruzaba los llamados potreros del Central Romana, para adentrarse por cañaverales kilómetros adelante. No era un camino asfaltado, pero su afirmado, con macadán, era tan firme como el asfalto.

Confluía esta ruta sobre la carretera hacia San Rafael del Yuma y al llegar a la misma indiqué a Madín Vásquez girar hacia el Norte. Poco antes de las 8:00 de la noche llegamos a Higüey y nos presentamos en una reunión de sorprendidos ciudadanos, pues la orden dada era que nadie pasase por ninguna de las vías de uso habitual. Tal vez descartaron el camino seguido por nosotros, por constituir una carretera desconocida.

(Esta vía fue obstruida desde la creación de la zona franca en 1967. Permaneció para el uso propio del ingenio azucarero, en la supervisión de la ganadería y de los cultivos de la caña).
Discutían en el salón de actos del Palacio del Ayuntamiento, un documento para dirigir al Presidente de la República y del Consejo de Estado, licenciado Rafael F. Bonnelly.

Entre tanto, todas las poblaciones rurales del municipio, laboraban al mínimo. Ellos preferían hablar de “paralización total”, pero hice un recorrido por poblados como Santana. La Enea y aún Yuma, y pude ver algunos negocios abiertos.

Las líneas férreas del Central Romana, sujetas a remoción de traviesas por esa época del año, lucían abandonadas en las áreas del territorio municipal.

El único vehículo, por cierto, que salió y entró de la jurisdicción del municipio durante dos días, fue el de “La Nación”.

Cuando finalmente se llegó a un acuerdo con el Consejo de Estado, con la mediación solidaria de don Luis Amiama Tió, se levantó la paralización y se quitaron los estorbos de las carreteras. Por cierto, debo señalar que el camino recorrido en mi entrada del primer día al municipio, fue cerrado desde el cruce de Yuma.

El Nacional

La Voz de Todos