Editorial

Injusto

Injusto

El semanario católico Camino, vocero de la arquidiócesis de Santiago, cuestionó en un editorial a los medios de comunicación que ofrecen amplia cobertura “a criminales y delincuentes responsables de hechos contrarios al bien de la sociedad”, además de señalar que la prensa “no está para hacer figuras de barro”.

En un escrito anterior, esa influyente publicación denunció que República Dominicana atraviesa momentos difíciles y deploró la descomposición social que “está llegando a niveles preocupantes”, objetiva descripción sobre la magnitud del drama de la delincuencia y la criminalidad.

Es comprensible la preocupación de la Iglesia porque diariamente periódicos impresos, noticiarios de televisión y radio, así como en redes sociales, se divulgan casos sobre asesinatos, homicidios, robos, feminicidios, corrupción, pero resulta injusto y exagerado que se culpe a la prensa por exacerbar esos sucesos.

No se niega la prevalencia de casos que se tipificarían como de “amarillismo” o “sensacionalismo”, pero en sentido general, la prensa cumple con el sagrado compromiso de informar sobre todo lo que acontece en el país, sean noticias buenas o malas, todas las cuales generalmente se divulgan a partir de informes oficiales.

El vocero de la arquidiócesis santiaguera incurre en injusticia al afirmar que los hechos y sus autores relacionados con violencia y delincuencia son presentados “como si se tratara de alguien que ha hecho un bien a la sociedad”, sin tomar en cuenta que ese mismo periódico ha advertido que si no se detiene la violencia habrá que vivir enjaulado.

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Tiene razón el semanario Camino al señalar que los hechos negativos no se pueden ocultar, sin tampoco caer en la “trampa peligrosa de anunciarlos con tanto despliegue”, aunque se requiere del consejo adicional de cómo lidiar con la noticia del policía que asesinó a su exmujer, suegra, cuñada y a un hombre, además de herir a un niño.

La prensa divulga, quizás no en la magnitud que sugiere el semanario Camino, “las centenares de obras de amor que se realizan a diario”, al menos de las que se tiene conocimiento, pero es imposible pretender que la publicidad de esas experiencias de bondad y solidaridad ayuden a ocultar la otra realidad de violencia y criminalidad.

Se acoge como legítima la preocupación de la Iglesia católica sobre el ejercicio de un periodismo sensacionalista, pero debe precisarse que en sentido general la prensa dominicana cumple con su obligación de informar sobre todos los sucesos que ocurran, por terribles que sean, sin que injustamente se le culpe por la degradación que en términos de valores padece la sociedad dominicana.

El Nacional

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