Editorial

Inquietud

Inquietud

Los 500 millones de dólares en bonos soberanos que el Gobierno sometió al Congreso para enfrentar las variaciones en la tasa de cambio, dispararon las alarmas en todos los sentidos. Aunque el presidente Danilo Medina se apresuró en aclarar que los recursos no incrementan la deuda pública, porque estaban consignados en el Presupuesto, la marea generada por la decisión es una señal que no se puede pasar por alto.

A propósito de la operación, que ha encontrado apoyo, oposición y reservas, ha vuelto a plantearse que los préstamos no son buenos ni malos en sí, sino que  su valor depende de la inversión de los recursos. Pero al margen de teorías, las condiciones actuales de los mercados y otras consideraciones, la inquietud no es que se apele al endeudamiento para fomentar el crecimiento de la economía, sino para gastos corrientes.

La sutileza con que ha sido abordada la colocación de los bonos no relega el malestar generado por la operación en el sector empresarial. Sin entrar en confrontaciones, la presidenta de la Asociación de Industrias de República Dominicana (AIRD), Ligia Bonetti, aconsejó cautela con un proceso de endeudamiento que ya se tiene como altamente preocupante.

“República Dominicana tiene que pensar cuándo nos toca pagar, más que cuál es nuestra capacidad de endeudamiento en este momento”, advirtió la empresaria tras indicar que la mejor forma de obtener divisas es aumentando las exportaciones. Por ahora el turismo, que tampoco pasa por su mejor momento, y las remesas, han constituido las principales fuentes generadoras de divisas, en tanto se calcula que la deuda pública supera los 26 mil millones de dólares.

Si bien el proyecto sobre los bonos ha contribuido a frenar el nerviosismo en el mercado de divisas, de todas formas el sector industrial exhortó a dar un giro “al barco” de la economía y reformular su rumbo, asumiendo la importancia que tienen las exportaciones de bienes para garantizar la estabilidad y el desarrollo. Más que de una crítica, se trata, a todas luces de recomendación sensata, por lo menos digna de sopesarse.

Bien vale señalar, por otro lado, que desde hace tiempo se ha cuestionado que hasta para construir la obra más insignificante haya que endeudarse, porque el Gobierno ha sido renuente a todo tipo de ajuste del gasto para evadir costos políticos. Si los préstamos fueran para fomentar la productividad y el empleo no causaran tanta incertidumbre, porque generarían recursos para pagarse. Pero desafortunadamente ese no es el caso.

Con todo y que estén en el Presupuesto, el revuelo causado por los 500 millones de dólares en bonos soberanos es un síntoma que las autoridades tienen que sopesar, a fin, como advirtió el sector industrial, de obrar con más cautela con relación al endeudamiento público.

El Nacional

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