Tras la muerte de Jesús que se estima en el año 33 de nuestra era, sus seguidores se encargaron de difundir sus enseñanzas; mientras la historia comenzó el mito, la religión la teología.

Unos 20 años después de la muerte de Jesús, Pablo de Tarso, pionero de la Iglesia cristiana y autor de muchos textos que ahora se encuentran en la Biblia, escribió siete cartas cuyos textos han sobrevivido todos estos años.

En estas cartas se puede notar que Pablo ya no trabaja con el Jesús histórico sino con el Jesús de la fe, según explica el historiador André Leonardo Chevitarese, en el libro Jesús de Nazaret.

Dicho esto, la primera conclusión es que, sin tener en cuenta la religiosidad derivada de su figura, Jesús fue un condenado político. «La religión y la política están muy unidas, sobre todo cuando se trata de un liderazgo popular como el de Jesús», agregó.

Según este historiador, lo que provocó la ira de los romanos sobre Jesús fue su entrada a Jerusalén, el Domingo de Ramos, proclamando un nuevo reino, el Reino de los Cielos.
Lo que era diametralmente opuesto al Imperio romano, por lo que para los judíos se convierte en mesías por esa idea.Jesús se refería siempre a la justicia divina, lo que era opuesto a la justicia terrenal que impartían las autoridades romanas.

Otro punto es que proclamó un reino de paz, también en oposición a las acciones bélicas de un imperio que avanzaba sobre otros pueblos.

Finalmente, Jesús habló de un reino de igualdad, con la participación de todos. «El ministerio de Jesús es tanto de hombres como de mujeres», señaló el historiador.

De ahí que no hay forma de separar las andanzas de Jesús como algo solo político o simplemente religioso. En sus prédicas no había una marcada diferencia entre estos dos aspectos.

Lo importante es que en estos discursos no estaba claro dónde comenzaba la política y dónde terminaba la religión, ni dónde terminaba la religión y comenzaban los problemas sociales. Todo estaba interconectado.