Articulistas

La verja en la frontera

La verja en la frontera

Luis Pérez Casanova

No sé si fue una propuesta de campaña la construcción de la verja fronteriza que anunció el presidente Luis Abinader en su rendición de cuentas el 27 de febrero ante las cámaras legislativas.

Pero si lo fue había muchas razones, comenzando por la crisis económica y sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus para no honrar un compromiso que tampoco es una respuesta para los males justificatorios que citó.

La obra no garantiza, como cree el mandatario, que se ponga fin “a los graves problemas de inmigración ilegal, narcotráfico y tránsito de vehículos robados que padecemos desde hace años y lograr la protección de nuestra integridad territorial que llevamos buscando desde nuestra independencia”.

No deja de ser loable que el Gobierno se preocupe por reforzar la seguridad, pero por más rigurosa que sea la doble verja perimetral en los tramos más conflictivos, además de los sensores de movimiento, cámaras de reconocimiento facial, radares y sistemas de rayos infrarrojos los traficantes y emigrantes encontrarán siempre la manera de burlar los dispositivos.

¿O acaso dominicanos, haitianos y de otras nacionalidades no se las arreglan para llegar a Puerto Rico ilegalmente en embarcaciones por el canal de La Mona y a través de otros medios? Los mexicanos no han dejado de ingresar a Estados Unidos como tampoco los africanos a España y el resto de Europa por tierra o por mar.

Aunque Abinader garantizó que la obra se iniciará a mediados de este año y que se cuentan con los recursos, las circunstancias demandan analizar con más detenimiento el polémico proyecto. No es cuestión de palabra empeñada ni de compromiso.

La realidad está por encima de intereses. En una nación con un alarmante déficit institucional, desempleo y crisis moral esa verja no puede ser el sello histórico de la gestión de un gobernante que ha generado tantas esperanzas de cambiar el rumbo de la población.

República Dominicana no está ni estará en condiciones de disponer de 225 millones de dólares para una obra que no resolverá el problema de la inmigración, el narcotráfico ni el trasiego irregular de mercancías por la zona. Por experiencia se sabe que si los haitianos y dominicanos no pueden efectuar sus operaciones ilícitas por la vía terrestre lo harán por la marítima o a través de cualquier otro medio.

Esos recursos que se utilizarán para la verja y los equipos se pueden destinar para una autoridad fronteriza compuesta por civiles y militares que vigile y no que negocie, así como para obras que mejoren las condiciones de vida de los residentes en la región. Parafraseando a Carlos Fuentes sobre el muro entre Estados Unidos y México, la verja será una cicatriz que sangra.