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Le dieron agua avinagrada, por compasión

Le dieron agua avinagrada, por compasión

“Tengo sed”, la quinta expresión de Jesús en la cruz, es narrada por el evangelista Juan, quien se hallaba en el lugar. Estas dos palabras, simples y comunes, han sido pronunciadas por todo ser humano que viva o haya vivido en nuestro planeta. Sin embargo, muchos se esfuerzan en buscar significado teológico a un dicho emanado de un hombre torturado y desangrado y forzosamente deshidratado.

A otros le parece, teólogos entre ellos, que la quinta palabra es una pura manifestación de la naturaleza humana de Jesucristo. Quizá por entender que el grito provenía de esta condición, es que se haya acentuado la percepción de crueldad por parte de los soldados que servían al Imperio Romano por haber puesto en la boca del moribundo una porción de agua avinagrada.

Solo el cuarto Evangelio, el de Juan, cita la frase “tengo sed”, pero los cuatro hacen referencia a que empaparon de vinagre una esponja y la colocaron en una vara para alcanzar la boca de Jesús. Y es obvio que así fuera, pues Mateo, Marcos y Lucas elaboraron sus narraciones a partir del mismo esquema, por lo que reciben el nombre común de “Evangelios sinópticos”.

La voz vinagre se relaciona etimológicamente con “vino” y con “agrura”, procede del catalán vin ‘vino’ y agre ‘agrio’. El producto no solo es un útil condimento, sino que funciona como medicamento y como purificador del agua. Exégetas bíblicos han determinado que, en su agonía, a Jesús le dieron a beber agua con vinagre y que esto constituyó un gesto de generosidad del soldado que lo hizo.

San Mateo cuenta, entre otros episodios, que a Jesús “…le dieron a beber vino mezclado con hiel, pero éste no quiso beberlo” (Mt 27,34). Marcos relata algo parecido: “Le dieron vino con mirra, pero no lo probó”. La mirra es sustancia amarga y la hiel es la representación de la amargura. También Lucas incluye la oferta de vinagre entre las burlas que hacían de Jesús los verdugos.

Coinciden los “sinópticos” cuando refieren que “Corriendo uno de ellos tomó una esponja, la empapó de vinagre, la fijó en una caña y se la dio a beber”. (Mt 27,40 y Mc 15, 23). Los teólogos Eloíno Nácar y Alberto Colunga, en su célebre traducción de la Biblia, agregan a este pasaje una nota explicativa indicadora de que la ofrecida a Jesús era el agua que tenían para su consumo los soldados.

Posca no es una palabra de uso frecuente, pero llegó a nuestra lengua con la invasión romana a la península ibérica (218 a C.) y se quedó en el español. Desconozco si en otras lenguas romances. Los romanos llamaban posca a una mezcla de agua y vinagre que empleaban para distintos usos. Eso dieron a beber a Jesús, condolido algún soldado por el sufrimiento que padecía y conmovido por la grandeza que mostraba.

Juan (Jn 19, 28-30) lo cuenta de este modo: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El agua avinagrada fue obra de misericordia.