El panorama desolador, el luto, las pérdidas, lesiones físicas y psíquicas, la depresión colectiva y el lenguaje mudo de escombros de lo que fue la discoteca Jet Set, luego del mortal colapso de su techo, deja una estela de lecciones que obligan a marcar un antes y un después de ese macabro 8 de abril.
Es un suceso que tiene múltiples aristas para el análisis objetivo de sus antecedentes, orígenes, consecuencias y enseñanzas para evitar reediciones, tanto para los hacedores de políticas públicas como para el sector empresarial que debe cumplir las normas mínimas de seguridad y responsabilidad social.
El presidente de la República ha tenido el comportamiento adecuado, a la altura de las circunstancias, más allá de posibles poses, evidencia su sensibilidad ante la tragedia y cercanía solidaria con las familias enlutadas y lesionadas, pero no tiene que ser solo él, otros actores públicos deben aprender de esta desgracia.
La mayoría de la gente percibe y tiene la convicción inmutable de que por la magnitud de este suceso y la cantidad sin precedentes de víctimas fatales, el sistema jurídico debe castigar con severidad a quienes tengan responsabilidad penal por negligencia, omisión o dolo al no evitar los homicidios involuntarios.
Poder Ejecutivo, con ministerios y direcciones generales vinculadas al tema; Poder Legislativo, con la urgente revisión y adecuación de la normativa jurídica al respecto; así como el Poder Judicial, con el esperado castigo a los responsables, tienen un rol imperativo que cumplir para sentar precedente.
De escombros del techo del Jet Set, de lágrimas y luto de centenares de familias, múltiples voces claman por el régimen de consecuencias que marque otros senderos para efectiva seguridad en edificaciones, obligadas revisiones periódicas, castigos severos para negligencias y omisiones culposas, todo lo cual conduce a una nueva cultura para preservar vidas y evitar tantas muertes.