En consonancia con la postura asumida por el Vaticano, la Iglesia Católica ha rechazado con vigor violaciones sexuales y actos de pederastia supuestamente perpetrados por sacerdotes y reclamado de la justicia actuar con firmeza y claridad para sancionar esos crímenes, en torno a los cuales ha pedido perdón a las familias afectadas y a la sociedad.
Tal postura, alejada de la complicidad o el encubrimiento y contenida en un documento firmado por el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, enaltece al clero porque se sintoniza de manera clara y expedita con los postulados del papa Francisco, quien a través del secretario de la Santa Sede ha adelantado que no tendría oposición a que curas acusados de pedofilia o violación sexual sean investigados, juzgados y castigados por la justicia dominicana.
Lo que no resulta justo es que el cardenal López Rodríguez afirme que el problema se ha agravado porque hay un número indeterminado de supuestos comunicadores, que define como profesionales de la intriga, cuyo único afán sería el de lucrarse con el estimulante y jugoso pago que les ofrecen sus patrocinadores, a los que tampoco identifica, pero que afirma se ceban en denostar a la Iglesia Católica.
La prensa ha cumplido con su deber y obligación de difundir las denuncias de ciudadanos sobre supuestas violaciones sexuales o actos de pederastia atribuidos a sacerdotes, como también lo difunden otros medios de comunicación en diversas partes del mundo, sin que la jerarquía católica considere que los periodistas atentan contra la fe cristiana.
Es posible que más de un comunicador incurra en el pecado de lucrarse con el estimulante y jugoso pago que les ofrecen sus patrocinadores, pero al igual que los abusos sexuales atribuidos a sacerdotes u obispos, tales inconductas no son imputables a la prensa ni a la Iglesia como un todo, por lo que mejor sería que Su Eminencia nombre a los profesionales de la intriga que obran contra la Iglesia.
Líbreme Dios de justificar lo que no puede tener justificación, ha sido una expresión útil y oportuna del Cardenal, que sirve de alfombra a su correcta aseveración de que un número indeterminado de los que se preparan para el sacerdocio carecen de auténtica vocación y sí una gran capacidad para simular lo que no son.
La Iglesia se fortalece con la súplica de perdón que formula a las víctimas de los desalmados que han abusado de ellos y de sus familias, así como el pedido encarecido del cardenal López Rodríguez para que la justicia dominicana actúe con firmeza y claridad en base a investigaciones muy serias para que se apliquen las sanciones prescritas en el Código Penal.
La feligresía está compelida a orar intensamente por la unidad y fortaleza de su Iglesia, pero al mismo tiempo, como ha urgido el Cardenal, que la justicia terrenal cumpla con la obligación de investigar, acusar, someter y sancionar a aquellos sacerdotes u obispos que han manchado tan sagrada investidura.
