Opinión

Libros y lecturas

Libros y lecturas

Leyendo a Rosa Duarte
Leer es viajar. El solo acto de la lectura implica viajar hacia el pasado o hacia el futuro. La lectura es la mejor vía de ampliar la existencia. Para estos días, con motivo de las crecientes peticiones de un cenotafio para Rosa Duarte, lo primero que quise saber es ¿qué es un cenotafio?.

Un cenotafio es un monumento funerario sin los restos mortales de la persona fallecida, procurando la intención de honrarla por su obra de vida… y la de Rosa Duarte es una de esas vidas que merece mucho mas que un cenotafio en el panteón Nacional.

Me impresiona, su vida y mas que ella su muerte: falleció el 26 de octubre de 1883 en la capital de Venezuela, delgada, desfallecida por la mala alimentación y padeciendo de disentería. Dos años más tarde moriría en ese hermano país, Juan Pablo Duarte.

Voces nacionales procedentes de la creación literaria, entre quienes están Carmen Imbert Brugal, Iván García, y Eduardo Gautreau de Wint, a instancias del narrador Luis Martin Gómez, están pidiendo ese cenotafio para Rosa Duarte, nacida en Santo Domingo, en el barrio Santa Bárbara el 28 de junio de 1820, hija de Juan José Duarte Rodríguez y Manuela Díez Jiménez. Hermana de Vicente Celestino Duarte y de Juan Pablo Duarte, padre de la patria de República Dominicana.

Fue una mujer entregada a la causa patriótica de su hermano Juan Pablo, siendo una activa miembro de la sociedad secreta, político-militar, independentista, denominada La Trinitaria, sus aportes para con la nación dominicana son considerados por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi como el “Nuevo Testamento” de la historia dominicana.
Junto a sus amigas, participó en las obras teatrales que se presentaban en el edificio de la Cárcel Vieja, situado al lado del Palacio de Borgellá, frente al Parque Colón, desde las que se creaba conciencia sobre la causa independentista. Con estas obras teatrales reunían recursos con el fin de comprar municiones y cubrir los gastos de la causa independentista dominicana.

En 1845 es condenada al destierro fuera de su patria, deportada junto a su madre y hermanos, abandonando así a su prometido, Tomas de la Concha, quien fue fusilado en 1855 junto a Antonio Duvergé.

Eduardo Gauterau dice: “Rosa Duarte para mí es nuestra mejor rosa; es un ejemplo de mujer empoderada: mujer sin temor, con ideas y determinación; que se entrega a una gran causa y que supo jugar su rol: siendo el soporte de su hermano y de su familia, para que se consolidara una gran labor: la labor patria. Fue capaz de renunciar a todo: renunció hasta al amor, a realizar una vida propia, a ser esposa y madre, consagrándose a cumplir su destino, al lado de su hermano y de su familia.

Rosa fue, para mí, después de Vicente Celestino, la gran protectora de su familia al morir el padre, Juan José”.
Su bicentenario se cumple el 28 de junio del año 2020, y ese día debería inaugurar su cenotafio para que las generaciones actuales y las futuras puedan reverenciar su nombre, su memoria y su labor.
Un cenotafio para Rosa Duarte parece una petición justa y llamada a honrar una vida de mujer que lo merece.