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Malos conductores derivan en molestias a otros y accidentes

Malos conductores  derivan en molestias  a otros y  accidentes

Otras defectuosas formas de manejar vehículos de motor de dos, cuatro, o más ruedas (caso de aparatos para movilización de cargas), sujetas a rectificaciones mediante la enseñanza, son las siguientes:
El recorrido dentro de carriles. En calles de pueblos y ciudades y en carreteras interurbanas, contemplamos la falta de observación a esta norma del sentido común. No hago alusión al paso de un carril a otro, lo cual ha de ejecutarse con determinadas señales y precauciones.

Escribo respecto de la reprensible manera de conducir con el complejo del borracho. En pocas palabras, entrando y saliendo del carril elegido para marchar, obviándose la presencia de otros conductores en paralelo o detrás.

Para superar este defecto, se impone habituar al conductor, durante el aprendizaje, a transitar por el carril elegido. ¿A cuáles recursos apelará quien enseña al futuro conductor? Recomiendo una enseñanza en carriles simulados. El ancho del espacio será el propio de un carril normal. A los fines de establecer el hábito, dicho espacio estará marcado por obstáculos reales, no solamente pintura en el pavimento.

Podría delimitarse ese ancho con balizas (conos) o tanques vacíos, más visibles. Con tales estorbos, quien aprende se obligará a permanecer dentro del espacio representativo del carril. La circulación por ese carril simulado se hará tantas veces como sea apropiado a la creación del buen hábito de manejo.

Marchar sobre la pintura entre carriles. Otra práctica molesta para quienes manejan en paralelo o detrás de quien sufre esta manía, es la de transitar sobre la pintura de separación de carriles.

Acumulo vivencias de empujar, sutilmente, hacia un carril, a tales tipos de choferes. Aseguro, sin, embargo, que tan pronto se les rebasa, retornan a marchar sobre dos carriles. Parecen temer conducir en el carril de la derecha, quizá junto al contén, para no chocar con éste. Como lo sabe todo buen conductor, ir por un carril no determina esta forma de accidente.

El modo de corregir la percepción que los obliga a manejar entre dos carriles, es similar a los procesos antes citados. Quien enseña está llamado a hacerles ver que los espacios concebidos para marchar con el automotor, tiene el ancho suficiente como para asegurar una marcha sin tropiezos ni estorbos. Salvo, por supuesto, la aparición de aparatos mal estacionados, dañado o que sufran colisiones inesperadas.
En este caso, quien enseña recurre al mecanismo de habituación antes explicado.

Invadir el carril contrario en las curvas. ¿Han observado esta mala práctica o peor aún, la han sufrido? Es propia de aquellos incapacitados para manejar por carriles. En adición, tienen la percepción de que, si toman la curva dentro del carril, perderán el control del vehículo.

Quien tiene dominio de esta forma de conducir en una curva, saben que ni se descarrilan ni pierden el control, salvo, por supuesto, que marchan a muy alta velocidad.

Para acostumbrar al aprendiente a tener este dominio, se impone obligarlo a tomar una curva simulada, muchas veces. Es un problema de hábito y el hábito requiere cultivo.

Quien enseñe esta forma de manejo, está obligado a “construir” la curva. Debe recurrirse al procedimiento aplicado en el manejo en carriles. La curva se delimita con obstáculos diversos, de manera que, contra la percepción del descontrol se levante la posibilidad de un choque con balizas o tanques.

Estacionamiento en esquinas. No he determinado con claridad si de esta mala práctica debe culparse a quienes manejan un vehículo o a las autoridades. Debe asumirse, de entrada, la inclinación de nosotros, los conductores, a violar normas y reglamentos municipales con el mismo placer con el cual nos burlamos de la ley de tránsito.

Mas, no nos culpemos únicamente a quienes manejamos los automotores. Existen muy escasos lugares para estacionamiento de estos aparatos de movilización de las gentes. Y encima, la autoridad no aplica sus exigencias con regularidad.

Con frecuencia contemplo grúas de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), llevándose vehículos estacionados en esquinas. Eso ocurre un día. Luego pasan muchos días y semanas y la gente vuelve a mal habituarse a este fórmula fácil de encontrar dónde dejar el vehículo.

Por igual ocurre en ciertas cuadras, como las del Norte del edificio Acrópolis, en la calle Polibio Díaz. Contemplé un domingo, mientras buscaba sitio para dejar el aparato que conducía, esta acción.

Alarmados los dueños de las aceras (es decir, los que las compran no se sabe a quién y se dedican a alquilar los espacios), resultaron impotentes para impedir la labor de la gente de AMET,

Me dediqué durante la siguiente semana, a pasar por el lugar. No había espacio libre, pues readquiría la condición de sitio de estacionamiento. ¡Y nada de algún policía, indicando, siquiera para prevenir, el impedimento del domingo anterior! Pero no es que no había policías. Los había, dos, en la parte frontal del edificio, al lado Oeste, en la Winston Churchill.

Es, debido a esa inconstancia, a esa inconsistencia, que damos la espalda a toda forma de regla o de ley. ¡A todas, no sólo a las relativas al tránsito vehicular!

El Nacional

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