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Más China que Haití

Más China que Haití

Luis Pérez Casanova

La crisis haitiana puede ser el gran pretexto de las evidentes presiones de Estados Unidos al Gobierno para que flexibilice su política migratoria. Pero bien visto el panorama la gran preocupación de Washington no es Haití, sino la independencia del presidente Luis Abinader en un momento en que China expande su influencia económica, diplomática, tecnológica, informática y militar por la región.

Washington, que lo evalúa todo, ha visto con inquietud que Abinader ha rehusado adherirse, por lo menos hasta donde ha podido apreciarse, a proyectos migratorios que ha patrocinado. Pero además Estados Unidos sabe que el Presidente siente gran devoción por su padre, el doctor José Rafael Abinader, por quien abrazó el interés en la política y en cuya filosofía en gran medida se orienta en el ejercicio del poder. Abinader, padre, no solo fue ministro del gabinete del coronel Francisco Caamaño durante la revuelta de abril de 1965, sino que no cedió a las presiones frente al reclamo de unos 39 millones de dólares que el consorcio Gulf and Western había escamoteado al Estado dominicano a través del comercio de azúcar.

Además de cuestionar las relaciones diplomáticas con China, Washington ha alertado a las autoridades sobre inversiones de la nación asiática.

Se recuerda las recomendaciones que hizo sobre los equipos Huawei para prevenir riesgos de seguridad y privacidad.

Antes de la llegada de la subsecretaria Wendy Sherman había estado por estos predios la jefe del Comando Sur, Laura Richardson. Días después la jefa militar expuso ante un Comité de la Cámara de Representantes que China está interesada en el litio de Suramérica, que como se sabe es esencial en la batería de los carros eléctricos, y en otros recursos estratégicos de la región como hierro, cobre, aluminio, oro, niquel, cobalto, tierras raras, además de petróleo, gas y carbón.

El problema haitiano ha resultado entonces un buen disfraz para Estados Unidos, todavía acostumbrado a la sumisión que imponía su poderío y la condición de árbitro político, acercarse más a un gobernante que es uno de sus principales aliados en toda región y el más importante del Caribe, pero también para cerrarle el paso a China, que ha mostrado interés en invertir en sectores que se consideran estratégicos.

Washington está consciente de que no obstante algunos piropos y donaciones con tratos tan desconsiderados como el alerta a los afroamericanos de no visitar este país por discriminación racial puede empujar a Abinader por lo menos a reflexionar sobre la conveniencia de fortalecer los lazos comerciales con China. Abinader, claro está, sabe el valor de las relaciones con Estados Unidos.