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Haití

Haití

Chiqui Vicioso

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En 1977 la brillante socióloga Isis Duarte, me invitó a un viaje hacia el asombro, es decir, visitar Haití. Nos fuimos en automóvil y lo primero que observé fue el cambio en la flora.

Pasábamos de una isla del Caribe a otro país, y todo en una pequeñita isla, a tres horas de distancia de la capital.

Al entrar a la ciudad cruzamos por un área donde había centenares de mujeres agachadas, vendiendo de todo. Tenían la cabeza cubierta por pañoletas y aquel mar de colores fue mi primera puerta hacia la maravilla.

Un sociólogo amigo de Isis nos llevó a una ceremonia de voudú en la playa y ahí se rompieron todos mis esquemas de realidad, porque lo que vi no tenía explicación lógica.

Un “Hougan” comiéndose botellas de vidrio como si fueran de chocolate (las pasaron por el público para que viéramos que no eran de azúcar); otro comiéndose unas antorchas cuyos carbones encendidos recogía con deleite y se los comía; ese sacerdote, o como se llame, nos pasó la antorcha por todo el cuerpo y el pelo sin que se chamuscara un ápice.

Por último un grupo de muchachas vestidas de blanco y con una llama en la palma de la mano entraron al océano y allá bailaban y sacudían el agua sin que las llamas se apagaran.

Le dije a Isis: Quiero regresar mañana por la mañana, porque no creo que en Haití maten a un grupo de personas cada noche para hacer un espectáculo y todos sabemos que quien come vidrio se muere desangrado, y quien se come una antorcha se quema. Y fuimos, pero nadie recordaba nada, por lo menos eso parecía.

Ahí entendí el poder de las creencias en la mente del ser humano, por qué los santos levitaban en éxtasis, por qué los profetas tenían visiones, para y por qué el ayuno, la meditación, las oraciones, el poder oculto de los números, y nada volvió a ser igual.

Por eso no me sorprendí cuando en una reunión que convocara ese gentil hombre que era Guide D’Alesandre, intelectual embajador de Haití en nuestro país, para un diálogo con los y las intelectuales más preclaros de la hermana nación, en búsqueda de soluciones a la entonces no tan complicada situación política y nacional haitiana, estos nos dijeron que se habían exilado porque “no podían lidiar con la irracionalidad”.

¿“Irracionalidad”? exclamamos todos. Entonces nos contaron que detrás de cada líder político hay un Hougan (sacerdote del Voudú) y que el político que se auxilia del más poderoso es el que más miedo inspira y por ende más poder tiene. Y que no hay categoría sociológica, ni marxista que pueda con eso.

¿Insólito?