El golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch, del cual se cumplen hoy 50 años, no acaba de ser superado. El retroceso que marcó la interrupción por fuerzas retrógradas y cavernarias del proceso democrático que se había iniciado tras la caída de la dictadura de Trujillo se expresa, entre otros deplorables aspectos, en la debilidad del sistema institucional.
El fantasma del comunismo fue el pretexto para malograr un ensayo político inaugurado con una Constitución que garantizaba respeto a los derechos humanos y las libertades públicas, apertura social y blindaba los recursos públicos. Las prerrogativas constituían una amenaza para los intereses de sectores que se disputaban la herencia política y económica del trujillismo.
Resultó tan macabra y luctuosa, que la asonada generó el alzamiento de Las Manaclas, liderado en 1963 por el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo; la sangrienta guerra de abril de 1965, que tenía en el retorno a la constitucionalidad una de sus principales consignas, y la siempre odiosa y humillante segunda ocupación militar de Estados Unidos para frustrar los anhelos democráticos del pueblo.
El injustificado golpe de Estado, quien había sido electo el 20 de diciembre de 1962, ha significado también la desaparición de los principios y valores que Bosch trató de imponer no solo en su Gobierno, sino a la nación. Sostenía que los bienes públicos había que preservarlos, porque eran patrimonio del pueblo, y que a la Administración Pública se iba a servir y no a servirse. Era implacable contra la corrupción.
A medio siglo de aquel funesto acontecimiento, la nación ha tenido que pagar un elevadísimo precio por la interrupción del proceso democrático. Ni siquiera las elecciones son la expresión de la voluntad libérrima del pueblo, porque no se ganan con discursos ni propuestas programáticas, sino a base de recursos, y, lo que es peor, del propio erario. Bosch llegó a calificar los comicios como mataderos.
Los 50 años que se cumplen hoy del golpe de Estado son para reflexionar sobre el rumbo de una nación en que la debilidad institucional, la corrupción, la deficiencia del sistema educativo, el autoritarismo, la criminalidad, el desorden y otros fenómenos sociales lastran su prosperidad y desarrollo.
De esa manera ese Bosch honrado y austero que tanto se invoca descansaría satisfecho en su tumba.
