Como muchos dominicanos y dominicanas, soy una exiliada de las discotecas.
Una delas tantas habitantes de la Zona Colonial que han tenido que mudarse por una guerra sonora imposible de ganar, sobre todo con malhumorados agentes de la policía que se quejan de que usted no los está dejando dormir, y le preguntan: ¿Hay tiros, puñaladas, un reguero de sangre? Entonces ¿cuál es su problema?; “que no puedo dormir…pues yo tampoco”.
Por eso, la declaración que más me impactó sobre la tragedia que hoy nos apena y enluta como nación, fue la de la representante de la Junta de Vecinos de El Portal, quienes según ella llevan años quejándose del ruido infernal de los gigantescos aire-acondicinados colocados en el techo de la otrora discoteca, y de la música que hacía temblar las paredes de sus casas.
Nada que sorprenda, pues cuando nosotros intentamos lograr que bajaran la música en las discotecas, en la Hostos, entre El Conde y la Nouel, los administradores se reían de nosotros: “No se molesten en ir a la Policía, que el dueño lo tiene todo bajo control”.
Y, ¿donde podemos hablar con el dueño? “El vive en Punta Cana”. Oh, entonces nosotros no podemos dormir, pero el disfruta de absoluto silencio. “Así son las cosas en este país, doña”.
Y, como así son las cosas en este país, propongo que lo que era la discoteca se acabe de demoler, se le incaute el terreno al dueño, y en ese espacio se construya un parque que se llame Ruby Pérez. Así, se le devuelve la paz al barrio El Portal; se le rinde un tributo a Ruby Pérez, y se crea un memorial a las víctimas de ese monumental descuido.
Sugiero, que se construya algo como lo que vi en el puerto del ferry de Staten Island, donde hay un monumento a todas las víctimas del 911 que eran de esa comunidad y consiste en paredes con los nombres de todas las víctimas y encima un hueco donde se colocan pequeñas plantas, transformando en algo vivo y bello el dolor de todo ese condado.
Y, otra recomendación, ya opcional, y quizás fruto de una claustrofobia y poca resistencia al ruido, que se ha ido incrementando con los años: Si pueden, eviten las discotecas.
Esos espacios cerrados, llenos de ruido y de gente intoxicada de falsa o real alegría.
Las discotecas son gigantescas ratoneras, y como dijo un trovador:
“Lo importante es la vida, !Que caray!”.
Y, las reencarnaciones, si proceden, tardan, aunque podemos estar seguros y seguras, de que al otro lado nos esperan nuestros seres queridos, y ese es el único consuelo en estos momentos de terrible tristeza.