Está más que a la vista que no son casuales ni espontáneos los movimientos huelguísticos de estos días en Licey al Medio, San Francisco de Macorís y Navarrete en reclamo de obras.

Si bien se trata de las comunidades tradicionalmente más levantiscas, con récord en la realización de huelgas a distintos gobiernos, la violencia que ha asomado sugiere que en las protestas se busca más que la construcción de obras.

Las autoridades, sin obviar la demanda de los promotores, tienen que tomar nota.

Las huelgas de Licey al Medio y San Francisco de Macorís, que se sucedieron una tras otra, fueron levantadas tras acuerdos con las autoridades.

Pero no se habían terminado de levantar cuando comenzó el paro de Navarrete, donde una nena de un año de edad fue rozada por una bala.

Por la violencia en todos los movimientos parece que sectores se han infiltrado con el propósito de buscar un muerto, probablemente cargárselo al Gobierno y tener más motivos para condenar y protestar.

Las huelgas nunca han sido pacíficas, pero la modalidad de saqueos de establecimientos resulta extraña e inquietante.

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Por supuesto que las obras son necesarias y que el incumplimiento de promesas de las autoridades genera indignación. Pero crea suspicacias que se llame a un paro de actividades para demandar la construcción de un camino vecinal y otras obras por el estilo.