Opinión Articulistas

Música y muerte

Música y muerte

Fernando De León

Dicen los antropólogos, cientistas sociales y otros, que los animales domésticos, y félidos, felinos y otros selváticos; contrario al mamífero-hombre, no están conscientes de que un día van morir. Pero mucho menos pueden descifrar el futuro y lo que se aproxima.

Es decir, que aunque como seres vivos inteligentes tal vez nosotros nacemos vulnerables y sin estar preparados para asomar hacia el mundo; en el desarrollo hacia la adultez somos los únicos dotados para prevenir bienaventuranzas y desgracias.

Si partimos de estas premisas, se supone que el Estado, funcionarios y propietarios de inmuebles festivos debieron prever el desplome del techo de la discoteca Jet Set, con un saldo de más de 200 muertos, que ha dejado un crespón luctuoso en República Dominicana y otras latitudes.

Esta negligencia no tiene justificación. El inmediatismo, el poder y la distracción tornan en seres sin criterios sobre ciclos históricos funestos, a los que se suponen están llamados a prevenir ciertos desórdenes en nuestro entorno y en la cosa pública. En ese tropezar con una cotidianidad fuera de ritmo, ahora, de seguro, viene una guerra mediática. Tensionarán más al país, y provocarán más preguntas que respuestas, periodistas, comunicadores y otros sectores, siempre de acuerdo a intereses y simpatías.

Lo cierto es que, en República Dominicana, por ensimismamiento que enajena, hasta la música deja de ser el alma de los pueblos; y por el contrario, se alía con la muerte en masa, con víctimas fatales que se solazaban y disfrutaban del sano esparcimiento.

Los que, guardando la distancia y el estrellato, alguna vez estuvimos ligado a ese mundo, jamás imaginamos que la actuación de un noble merenguero se convertiría en la zafada espoleta que silenciaría la voz de ese icónico cantor: Roberto –Rubby- Pérez. Y junto a él; partieran rumbo a lo ignoto, una friolera de personas de diversos quehaceres y status sociales.