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Mutual ideal

Mutual ideal

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

(Y 3)

Ella lo alcanzó a ver primero desde la gruesa columna detrás de la cual se escondía para dominar el escenario.
Al mirar aquel caminar tan característico, visualizó un perfecto Pingüino. En ese momento quiso que con ese apelativo se identificaran si es que la relación prosperaba.

Él empezaba a angustiarse cuando de repente vio a aquella hermosa mujer de mirada penetrante, de pelo castaño recién lavado; una falda primorosa cuyo tono armonizaba con las altas botas que le adicionaban un toque europeo que le asentaba de maravilla. El escote de su blusa del preciso tamaño para no mostrar en exceso, pero sí para evitar lucir una santurrona enclaustrada.

Lo que podría suceder en ese encuentro fue algo muy debatido con su hermana.La comunicación a distancia había alcanzado elevados niveles de confianza y erotismo, como para hacer lucir ridículo un saludo de manos.
Un beso en la mejilla se le ofrece a cualquiera.

Pero tampoco quería que la percibiera demasiado lanzada si optaba porque sus labios se encontraran desde esa primera ocasión.

Dejó que el momento se hiciera cargo de la decisión.
Bastó un abrazo entrañable para que se dieran el beso más apasionado que luego, ambos, reconocerían que no volvió a repetirse en idéntica intensidad y entrega.

Ella, al borde de no ser capaz de dominar los nervios, le dijo que pasaría al baño.
No es posible saber quién tardó más, él, antes de salir a su encuentro, o ella acicalándose para el inicio de una aventura que a los dos tenía cargados de incertidumbre.

Se dirigieron al estacionamiento. Con torpeza, ella introdujo el boleto en la máquina y después de varios intentos pudo saldar.

Tomaron la carretera que conducía al centro de la ciudad para llegar al hotel que ella le había reservado.
Desde el asiento del pasajero, él le acariciaba cabellos y cuello, siendo evidente los efectos provocados.
Él se percató de que estaban perdidos. En principio, ella lo negó, pero al poco tiempo se detuvo a hacer una pregunta a un taxista.

El hotel lucía mejor que lo que la tarifa permitía suponer. La habitación quedaba en el sexto piso. Al entrar, él quedó sorprendido por las flores, los chocolates y el mensaje de la tarjeta que ella había pedido a su hermana que colocara previamente.

Completado el ritual de instalación, se miraron, como buscando, en los ojos del otro, la respuesta de lo que seguía.