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A casi dos años de un acontecimiento injustificable que implicó un vuelco brutal en su vida, el horizonte de sus perspectivas parecía cada vez más brumoso. Aquella tragedia le sorprendió en una difícil etapa de su existencia. Tenía tres hijos y no deseaba más, ni propios ni ajenos. Eso era parte esencial del problema.
No era tan joven para reiniciar afanes propios de la crianza, pero esa misma circunstancia hacía difícil encontrar pareja sin descendencia.
Para una persona como él, que tanto valoraba la vida en familia, las súbitas características que se le habían venido encima, estaban minando su estabilidad emocional, pese a positivos pronósticos realizados por el psiquiatra al que tuvo que acudir en procura de herramientas que le ayudaran a emerger del pozo en el que se sentía sumergir.
En la antesala del hospital donde visitaba un hermano que pudo superar de manera asombrosa la contundencia de un infarto, coincidió con una sobrina política que, al parecer, se conmovió por la manifestación evidente de tristeza que delataba su rostro.
“Tío, tengo una amiga que me encantaría que se conocieran. Me parece una mujer ideal para un hombre como tú”, le dijo.
El asunto se complicaba porque la mujer residía en México. Pese a ello, le dijo que le diera su correo. Ella contestó que debía consultarla primero. Días después, recibió lo solicitado. Se dispuso a redactar un texto que reflejara lo mejor posible su personalidad. Con el tiempo, ella siempre repetiría que aquel mensaje le dijo de inmediato que estaba frente a alguien diferente. Eso le produjo gran curiosidad.
Varios días transcurrieron y nada de recibir respuesta.
Él lo interpretó como un recurso femenino y eso lo decepcionó un poco, pero reconocía que, al mismo tiempo, le generaba cierta ansiedad.
Habló con la sobrina y le comentó lo que ocurría. Luego se supo que, por el bicentenario de la independencia del país azteca, estaba muy metida en su celebración.
Al fin llegó lo esperado. Unas líneas a la altura de las recibida, que marcó la genesis de intercambios que cada día fueron subiendo de intensidad y atractivo.
La mamá de él, con quien vivía, se ilusionó bastante con la posibilidad que se abría para el hijo con quien se solidarizó desde la ocurrencia de su debacle.
Su sapiencia, no obstante, siempre la condujo a sugerir prudencia a su vástago por todas las aristas que rodeaban la novedad. Continuará.