Las elecciones del 18F se han promovido desde el poder sin ningún límite contra los adversarios políticos, y como anteceden a las del mando mayor (presidencial y congresual) en Mayo, nos han dado una idea clara de lo que viene: lo que debía ser un evento democrático fue promovido y estimulado anti democráticamente; un evento ejemplar precedido de antiejemplaridad por un partido oficial desbordado.

A la vista de lo acontecido recientemente, parece que todo vale para vencer y aplastar a la oposición y alzarse con la victoria: hemos visto coacciones, sobornos, escuchas y grabaciones ilegales, injurias y calumnias, todo tipo de vilezas inimaginables utilizando la Red para tratar de hacer el daño más grave.

Es decir, ofendiendo de todas las maneras posibles. Desde luego, estas conductas han sido siempre usadas desde el poder, pero lo penoso es que no avanzamos y lo que nos ofreciera la joven generación que dirige el Estado de que dejaría atrás el “camino malo” por “una nueva afirmación de valores”, y que superaría los errores, faltas y culpas del “nuevo camino”, nos conduce al fatídico emparejamiento con “su” pasado exhibiendo los viejos vicios de hacer política promoviendo la corrupción de los bienes e intereses de una facción que se desvela al observar las huellas que deja.

Y no hay que ahondar mucho de por qué esta mutación advenida: “gozar del poder corrompe de manera inevitable el juicio de la razón” (I Kant). Por estos desatinos se gobierna al azar y al capricho del que manda, y ante tanta apología a la peor política, de tanto derroche, hay gente que exige “¡¡cuidar logros institucionales!!” cuando todo esto ha sido una ofensa a la nación.

Indudablemente que este cuadro de las municipales anticipa que el oficialismo aún el breviario personal del Presidente cargado de promesas y recetas fracasadas será más osado para tratar de mantenerse en el poder no importa cuán audaz y pasajero sea.