La salida más lógica a la prolongada confrontación interna del Partido de la Liberación (PLD), que degeneró en crisis política con la ocupación policíaco-militar del Congreso Nacional, es una negociación entre los dos grupos enfrentados que deben ceder para conciliar y no perder el poder.
Después de la afrentosa llamada telefónica del Secretario de Estado de los Estados Unidos al presidente dominicano, una grosera intervención yanqui en asuntos internos de una nación supuestamente soberana, el proyecto continuista de Danilo Medina y su gente luce condenado al fracaso.
Por lo menos la imprescindible reforma constitucional para habilitar al mandatario como candidato a la reelección parece que no será ni siquiera intentada en el Poder Legislativo luego de la admitida conversación del funcionario estadounidense que constituye un “jalón de orejas” a Medina.
Ante esa situación, el actual gobernante no podrá ser candidateado cuando se acerca el 22 de agosto, día de cierre por mandato legal del registro de aspirantes ante la Junta Central Electoral, pero de seguro el grupo palaciego no aceptara que Leonel Fernández sea el nominado presidencial.
Ese tranque es previsible y lógico, con la eventual solución de que ni Medina ni Fernández sean candidatos y se recurra a la “tercera vía”, es decir, que una persona al margen de los dos gallos enfrentados surja como salida salomónica a lo interno y les garantice cuotas de poder y protección judicial.
Las presiones públicas y el dominio absoluto de la exposición mediática por los peledeístas bajó después de “la llamada de Pompeo”, se disipó el ímpetu por la reforma constitucional y las aguas parecen volver a su nivel a la espera de un armisticio que les garantice impunidad ante la corrupción.