Todo homicidio se ha convertido de un tiempo a esta parte en una señal de alerta. Pero casos como el de la comerciante encontrada muerta el viernes dentro de un local que acaba de alquilar en Santiago, tendida boca abajo, con las manos atadas y en medio de un charco de sangre, llaman más la atención sobre el incremento de la siniestra ola de criminalidad y la violencia que perturba a la población. Cualesquiera fueran las causas del espantoso suceso.
A las horrorosas circunstancias en que fue muerta Albania Claritza Ramos, de 36 años de edad, se agregan múltiples homicidios ocurridos últimamente, que han contribuido a aumentar el pánico en una ciudadanía que, con razón, suele relacionar los sucesos con la inseguridad y la impunidad que permean el territorio. Entre las muchas víctimas de la infernal oleada de violencia figuran oficiales policiales y militares que han caído en atracos.
La muerte de la comerciante de Santiago, propietaria de la agencia de viajes Arrecife Tours, crea más incertidumbre al ocurrir cuando la población está alarmada por sucesos como el homicidio de un disparo en la cabeza de un jovencito limpiavidrios en la Churchill con Sarasota y por los tres cadáveres acribillados, entre los cuales había uno también atado e incinerado, hallados en un cañaveral del ingenio Caei, en Yaguate, San Cristóbal.
Por las versiones que han circulado el caso de Reynoso podría ser aclarado más temprano que tarde. Ha trascendido que su muerte pudo ser ordenada por una señora que pagaría 100 mil pesos a un sicario. En las cámaras de vigilancia de vecinos se nota cuando un hombre joven sale de la residencia y se marcha en el vehículo de la víctima, un Honda Civic, gris, modelo 2007. Los ribetes no apartan el suceso de una atmósfera a la que el sicariato, reconocido por las propias autoridades en muchos crímenes, le ha puesto una nota tenebrosa.
Todos los casos son para que los cuerpos de seguridad analicen los pormenores de la criminalidad, la violencia, la impunidad, el desorden y la delincuencia que no solo inquietan a la ciudadanía, sino, como se ha expuesto en diferentes eventos, ensombrecen la imagen de República Dominicana como destino para las inversiones y el turismo. Son muchos los hechos que descartan cualquier tipo de exageración en ese sentido.
Es posible que el patrullaje mixto de la Policía y las Fuerzas Armadas haya ayudado a bajar la criminalidad y la delincuencia callejera. E incluso que la iniciativa fuera hasta necesaria. Pero se tiene que estar conteste en que no ha sido la solución ni tampoco es la respuesta a una criminalidad y violencia con tantos matices como las que en estos días han estremecido a la ciudadanía. Es tiempo de que se sopesen los motivos por los cuales se mata con tanta facilidad.
La muerte de la comerciante de Santiago debe servir para reflexionar en torno a los problemas relacionados con el derecho a la vida y la seguridad ciudadana. Si se quiere, es otro signo.
