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Parejita

Parejita

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

En el depauperado barrio donde nacieron proyectaban muestras de diferenciación. Eran dos jovencitos destacados en un entorno donde las oportunidades para abandonar un irremediable estado de pobreza eran tan escasas como sacarse el premio de la lotería.

Eran vecinos de la misma calle. De sueños tan comunes, que pasaban el tiempo juntos, compartiendo y comentando libritos que conseguían en la precaria biblioteca de la escuela pública a la que asistían, donde improvisados profesores tuvieron conciencia desde el inicio de que estaban ante dos estudiantes especiales.

Esa permanente compañía cotidiana produjo lo previsible. Una relación amorosa que todos celebraron por el maravilloso pronóstico que hacían de su futuro y el buen hogar que confiaban formarían.

Haciendo de tripas corazón, se inscribieron en la universidad del Estado. Para enfrentar los costos debieron emplearse, pese a su anhelo de dedicarse solo a estudiar, pero estaban conscientes de que eso era privilegio que el injusto sistema vigente les negaba.

No dejaban de pensar, con aire de indignación, en quienes lo disfrutaban y no lo aprovechaban porque su porvenir estaba garantizado sin necesidad de mover ningún músculo de sus anatomías.
El asunto se les complicaba porque eligieron profesiones diferentes.

Eso no solo los separaba, sino que no podían disminuir gastos como sí podrían de hacer una sola compra de muchas cosas que ahora debían duplicar. Pero sus características se dejaban sentir en todas partes.

Al poco tiempo, la universidad les otorgó una beca y ambos fungían como monitores de materias de sus carreras. Eso les permitió dejar sus antiguos trabajos y concentrarse en su formación.

El día de su graduación fue de júbilo para la barriada que celebró como propios los honores académicos obtenidos por los prometedores profesionales. Él pronunció el discurso en nombre de todas las promociones por su índice insuperable y ella se enorgullecía de su novio, quien pasó a ser su esposo pocos meses después.

Las ofertas de trabajo no se hicieron esperar. La más atractiva fue la de una empresa extranjera que requería sus servicios en su sede de una isla caribeña. Aceptó bajo la premisa de que le ayudarían a ubicar su esposa, porque nada le interesaba si implicaba alejarse de quien consideraba su complemento natural.

Apenas 15 días de arribar, una banda que operaba en el país, lo acribilló a balazos ante su resistencia a que lo despojaran de los dolaritos que había reunido para enviar a su amada.

Pedro Pablo Yermenos

Pedro Pablo Yermenos