Los llamados parqueadores se han convertido en el dolor de cabeza de la gente que acude a los conciertos y espectáculos.

Se han adueñado de las calles y de las áreas públicas, y dependiendo de la concurrencia exigen elevadas sumas de dinero para permitir el parqueo en las mismas.

Asistí a un espectáculo en el hotel Jaragua y todo el parqueo estaba lleno, por lo que me dispuse a estacionarme en la calle. Y los llamados “parqueadores”, que solo aparecen cuando saben que hay show, estaban exigiendo 2 mil pesos dizque para “cuidar” el vehículo.

Lo cual no es cierto, ya que desde que cobran se desaparecen.

El chantaje que ejercen es tan a la franca, que al que no paga, y se estaciona, le rayan el vehículo, le desinflan un neumático o sustraen los espejos retrovisores.

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Eso no se debería permitir.

En las plazas donde hay discotecas, restaurantes y clubes de espectáculos que poseen parqueos soterrados y se cobra por el acceso, la gente paga con mucho gusto la tarifa a sabienda de que hay seguridad y espacio suficiente para estacionamiento.

El problema de los parqueadores ha llegado hasta el Teatro Nacional, donde se está permitiendo que sujetos extraños, que no laboran en la entidad, se apoderen de los espacios de parqueos, y hasta colocan conos para reservar las mejores áreas a quienes pagan su tarifa.

Se ha dicho que operan con la anuencia del gobernador del teatro, sabrá Dios bajo cuales condiciones y trato.

El Ministerio de Cultura y el Patronato del Teatro deberían corregir eso.