La expectación y esperanza que concitaron las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela, al término de las cuales el Consejo Nacional Electoral proclamó a Nicolás Maduro como ganador del certamen, se traducen hoy en frustración y preocupación ante el torrente de denuncias sobre fraude electoral.
El panorama político se enrarece aún más con la denuncia de Maduro, quien al recibir el cuestionado certificado que acredita su reelección, dijo que la oposición fragua un golpe de Estado, mientras que el fiscal general imputó a la líder opositora María Corina Machado de “hackear” el sistema electoral.
La coalición opositora rechaza el veredicto comicial y proclama a su candidato, Edmundo González, como ganador de las elecciones, lo que avizora una crisis política matizada por movilizaciones populares, represión gubernamental y aumento del éxodo migratorio venezolano.
La comunidad internacional ha reclamado que el gobierno de Maduro permita revisar una por una las actas de los colegios electorales, la mayoría retenidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), que no ha podido sustentar los porcentajes del 51.2 % que otorgó a la reelección y de 44.2 % a la oposición.
Naciones Unidas (ONU), Estados Unidos, Unión Europea, España, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, República Dominicana, Costa Rica, Panamá y Paraguay, figuran entre las organizaciones y Estados que ponen en duda los resultados electorales y reclaman un recuento de todas las actas de elecciones.
En medio de la densa humareda provocada por los cuestionados resultados electorales, Maduro repite su receta de combinar represión con llamados a consenso, como ha sido su advertencia ayer de que “esta vez no va a haber ningún tipo de debilidad” frente a la oposición, al tiempo de anunciar “un diálogo con todos los sectores”.
Sin darse cuenta de que expone a Venezuela a un craso aislamiento internacional, que proseguirá la migración forzosa que arroja ya a ocho millones de venezolanos por el mundo, el presidente Maduro insiste en prolongar un gobierno autocrático y represivo que se escuda en raídos atuendos revolucionarios.
Maduro tiene hoy la opción de demostrar mediante el conteo, cotejo y revisión de todas las actas emitidas en las elecciones del domingo, que ganó en buena lid y no por un descomunal fraude, o resignarse a padecer el perenne repudio de su pueblo, de la comunidad internacional y de la historia, como suele ocurrir con los dictadores.