La elevada significación que tiene el Premio Nacional de Periodismo 2014, otorgado a Juan Bolívar Díaz, trasciende los afanes altos y pequeños del momento actual, supera las conflictivas ideas sobre nacionalidad, patriotismo y patrioterismo y llega más allá del acto en el cual, como notable acto de justicia, se le entregará en Palacio Nacional el máximo reconocimiento que puede otorgar el Estado y el Colegio Dominicano de Periodistas a una personalidad de la comunicación.
Ha pasado mucho tiempo de la madrugada del 20 de marzo 1970 cuando una poderosa carga dinamitó el carro de Juan Bolívar Díaz, como acción “de advertencia” de las fuerzas ultraderechistas agazapadas en el manto del gobierno de los doce años fatídicos del doctor Joaquín Balaguer, a consecuencia de su firmeza en el clamor por una sociedad democrática.
También han pasado años del instante en que un agente del servicio secreto, en una acción heroica y anónima, le salvó la vida al informarle el plan para asesinarlo, haciendo la denuncia con detalles que fueron comprobados. Entonces tuvo que tomar el camino del exilio hacia México, que aprovechó para especializarse en estudios de la comunicación y para trabajar con instituciones y organismos defensoras de los derechos humanos.
De todos los aspectos que lo enmarcan, sin tocar su don de gente como director de medios, responsable y atento a las necesidades y condiciones del personal a su cargo, sin hablar de su labor como fundador de medios de comunicación, su aporte docente por medio de la Escuela de Comunicación de la UASD, lo más resaltante de Juan Bolívar es, mucho más allá de las condiciones que le implican sus contratos de trabajo, es la dupla que conforman la firmeza crítica que ha mantenido en sus enfoques y su compromiso social desde el enfoque de la sociedad civil, que ha servido de contrapeso a muchas medidas y estrategias injustas o discriminatorias.
El Premio Nacional de Periodismo le llega en el momento justo.
Nos place sentir que se ha hecho un inmenso y necesario acto de justicia.