Opinión

Presencia económica

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El hambre y las armas

El globo terráqueo aloja al 2018 una población que supera los 7,6 billones de seres humanos, existiendo entre esa cantidad unos 821 millones de personas que padecen de hambre, a pesar de que en el mundo la producción de alimentos supera con creces los requerimientos de la demanda global de alimentos.
Ayer, 16 de octubre, se conmemoró el Día Mundial de la Alimentación. Y para reflexionar sobre el significado de la fecha la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) celebró un acto oficial en Roma, capital de Italia, donde se reiteraba la necesidad de aunar esfuerzos para enfrentar el flagelo del hambre.
Muy sentido resultó ser el mensaje dirigido a los participantes en la citada actividad por el papa Francisco quien expresó: “La lucha contra el hambre exige con urgencia una financiación generosa, la abolición de las barreras comerciales y, sobre todo, una mayor resiliencia (que es la capacidad de sobreponerse a las adversidades) frente al cambio climático, las crisis económicas y la guerra”.
Se podrían afirmar que son muchas causas que generan el drama humano del hambre en un mundo donde se producen alimentos suficientes para satisfacer la demanda de comida por parte de una población global que registra unos 1,500 millones de personas que no ingieren la cantidad requerida de micronutrientes, por lo que son seres humanos desnutridos, anémicos, presa fácil de enfermedades de todo tipo.
La FAO ha realizado estudios acerca de la cantidad de dinero que haría falta para erradicar el flagelo del hambre. En efecto, se dice que destinando unos 267 mil millones de dólares anuales durante unos 15 años podría asegurarse la ingestión de alimentos por parte de la población desnutrida y que vive en condiciones de pobreza extrema.
Y mientras la economía civil logra producir, pero no distribuir efectivamente los alimentos que se requieren para hacer frente al drama humano del hambre, se observa cómo cada año se incrementan los gastos militares como resultado directo de la agudización de los conflictos geopolíticos en diversas zonas del globo terráqueo.
Téngase presente durante el 2017 se destinaron 1,7 billones de dólares para cubrir gastos de defensa. Es obvio que las armas no se comen, sino que destruyen riquezas y vidas humanas, lo que debería inducir a los hacedores de políticas públicas de los diversos países del mundo a privilegiar la economía civil en lugar de incentivar el incremento de la economía militar.
Pero un mundo sin guerras sería causa de preocupación para los fabricantes de armas de todo tipo. Ocurre algo parecido a lo que sentiría (guardando la distancia) un dueño de una agencia funeraria que ve pasar los días sin vender un ataúd para un cliente cuyo hilo de la vida haya sido cortado por la Parca (así conocida entre los antiguos romanos, pero que originalmente perteneciente a la mitología griega con el nombre demoira Átropos), quien era responsable de fijar el momento en que la muerte se hacía presente frente a la existencia de una persona.
Destinar menos recursos financieros para cubrir los gastos de defensa y reorientar ese dinero liberado hacia la producción y distribución de alimentos con el propósito de enfrentar decididamente el flagelo del hambre existente en el mundo sería una oportuna y solidaria decisión política por parte de los actores de la economía militar a nivel internacional.

El Nacional

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