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Presidente, el tránsito

Presidente, el tránsito

Juan Taveras Hernández

Sé que el presidente LuIs Abinader encontró un país devastado por la crisis económica, por la corrupción que se llevaba más de cien mil millones de pesos todos los años (por más de 16 años), por la pandemia del coronavirus que tanto nos costó, y por muchos otros problemas angustiantes. Sé que no ha sido fácil enderezar el rumbo.

He visto al mandatario trabajar día y noche hasta el agotamiento, convirtiéndose en una preocupación para sus familiares y amigos cercanos. Todo eso lo sé al igual que el pueblo.

El presidente trabaja demasiado, ya se refleja en su rostro la falta de sueño profundo y reparador, la falta de unas merecidas vacaciones. Pero no hay tiempo que perder, ya descansará cuando haya terminado su función como presidente de la República.

Gobernar un país con tantos problemas es tarea casi imposible, sobre todo cuando no hay mucha colaboración, cuando la cultura del fraude y de la corrupción está tan arraigada. No se puede confiar en nadie, porque en este país “el que no corre, vuela”. El presidente tiene que estar atento, mosca, vigilante porque sabe que “en la confianza es que está el peligro”.

Entre sus múltiples ocupaciones y preocupaciones, quiero sugerirle al presidente que le preste atención al problema de transporte público en el Gran Santo Domingo. Es terrible, más en estos días de fiestas navideñas. Supongo que en Santiago y otras ciudades sobre pobladas sucede lo mismo: ¡colapsa!

Hace unos días tardé más de dos horas para llegar a la Z-101 donde conduzco el programa “Juan TH en la Z”, de siete a ocho de la noche. Llegar a la estación, que está ubicada en la 27 de febrero, fue casi imposible. Me vi obligado a transmitir por el móvil los primeros 15 minutos. El caos en el tránsito es cada día mayor.

La capital es un infierno, una selva donde sobrevive el más fuerte, el más atrevido, el más violento, el más animal. Nadie respeta los carriles, los semáforos, las señalizaciones, etc. No hay consecuencias para los violadores -que somos todos- de las leyes y los reglamentos. Los agentes de policía (amemaos) no hacen su trabajo, al contrario, contribuyen al desorden.

A la cantidad impresionante de carros, autobuses, incluyendo las “voladoras”, las yipetas, etc., agreguemos las motocicletas, los motoconchistas, los delivery, que se han convertido en una peste peor que la covid-19, rebasando, (haciendo corte de pastelitos) sin matrícula, sin licencia, sin seguro, rayando vehículos, rompiendo los retrovisores, etc. Para ellos no hay ley. Todos los días mueren atropellados, por eso les dicen “muertorita”.

No puedo dejar de citar la falta de parqueos y la imprudencia de los conductores que se estacionan en cualquier lugar sin pensar en los demás. En fin, el caos tanto del transporte como del tránsito hay que resolverlo de una manera u otra.