Para persuadirlos a no aumentar los precios de los pasajes del concho o del transporte de carga, el Gobierno entrega subsidios a los choferes por más de tres mil millones de pesos anuales que se extraen de las costillas de los contribuyentes, que significan casi 46 millones de galones de gasoil, unos ocho mil 830 galones al mes.
Lo penoso del caso es que los dueños del país alegan que tres mil millones de pesos alcanzan para poco, al extremo que la distribución mensual de casi nueve mil galones de combustibles apenas alcanza para ocho días de labores. Así las cosas, para dejar satisfecho a los empresarios del transporte se requeriría que el Gobierno les entregue cada año unos 12 mil millones de pesos, a razón de mil millones por mes.
Tres principales directivos de igual número de consorcios del transporte reclaman un aumento en el subsidio, mientras otro, menos gandío, solicita que le entreguen tarjetas bono gas a otros diez mil choferes, en adición a los veintidós mil que ya la reciben por un valor de más de 75 millones de pesos mensuales.
A pesar de tanto dinero y de que cada vez que suben los precios de los combustibles, los choferes acortan la ruta, los dueños del país reclaman más y más, mientras una clase media vilipendiada debe pagar impuestos que sirven para sufragar chantaje seudo sindical y también cargar con el aumento constante en los precios de los combustibles. Como la arepa.