El poder es tentador. Y son infinitas las formas de retenerlo en una sociedad como la nuestra, donde el fortalecimiento institucional sigue siendo una aspiración. Un componente en construcción, que frente a la seducción y la evidente permeabilidad de su estructura constitucional, es vital que el jefe del Estado ponga los intereses de la nación por encima de todo, en benéfico del país y de la democracia.
Es lo que se propone el presidente Luis Abinader cuando busca evitar que, en el porvenir, los mandatarios de turno modifiquen la Constitución de la República para perpetuarse en el poder. Casos recientes justifican esta preocupación. De ahí que la voluntad y determinación del mandatario sea tan urgente como vital para poner fin a esta práctica y el fortalecimiento de nuestra democracia.
Así que esta reforma constitucional en carpeta, además de ser necesaria, confirma, una vez más, su condición de estadista, grandeza y desprendimiento. “La grandeza del alma no consiste en poseer el poder, sino en saber usarlo”. Calificación de Plutarco aplicable, además, al uso racional del poder.
Una de las propuestas de reforma busca evitar que, en el porvenir, el mandatario de turno imponga modificaciones constitucionales a su antojo, para perpetuarse en el poder.
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Procede, en efecto, apreciar y valorar en toda su magnitud el empeño de Luis Abinader por poner fin a una práctica viciada y reiterada que tantas veces pone eb evidencia la vulnerabilidad de uno de los soportes fundamentales para el sostenimiento de la República y sus instituciones.
Lo extraordinario, en tanto, excepcional, tiende a crear un nuevo orden. De manera que la pieza a ser presentada próximamente, muy beneficiosa para el país en toda su extensión, es una muestra más de la inquebrantable voluntad de cambio que activan las fuerzas de este Gobierno.