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Orlando Gomez

El merengue está muerto y necesita un mausoleo. Luego de la muerte de Johnny Ventura el año pasado, la Cámara de Diputados aprobó una resolución solicitando la creación del Museo del Merengue. En su momento fue vista como una propuesta impulsiva reaccionando a la pérdida de uno de los más importantes exponentes del género, pero en esta ocasión quiero adherirme a esa propuesta para que tengamos un Museo del Merengue y preservar la historia, el valor cultural y el potencial turístico de nuestro fallecido sonido, pudiendo monetizarlo en favor del país mucho tiempo después del retiro o fallecimiento de sus últimos exponentes.

Por demasiado tiempo en el país se ha gastado energía hablando de “rescatar” el merengue, sin detenernos a aceptar que no hay nada para rescatar, ya murió. Han pasado décadas de la última vez que el merengue presentó un nuevo artista u orquesta haciendo música nueva con alguna acogida de relevancia. Lo poco nuevo que sale del merengue son algunos discos de artistas que tienen décadas establecidos lo que implica que, de mantenerse así las cosas como luce probable, al momento de estos retirarse o fallecer con ellos se irán las últimas notas del merengue.

Aclaro que no estoy sugiriendo que el merengue no se va a escuchar o que este desaparecerá de la faz del planeta, así no es como mueren los géneros musicales. Mozart, Paganini, Miles Davis entre muchos otros destacados músicos en sus respectivos géneros se siguen escuchando hoy en día no obstante esos géneros haber muerto o evolucionado a algo completamente distinto hace muchísimos años, y probablemente seguirán por muchas décadas o siglos más, lo que probablemente no encontraremos es a muchos compositores contemporáneos interesados en reutilizar esos sonidos en su totalidad para su nueva música.

La muerte del merengue no le resta su valor e importancia para nuestra historia y cultura, todo lo contrario, su muerte hace más urgente para nuestro país el reaccionar y darle su debido reconocimiento y dimensión dentro de esta, lo que se lograría de forma apropiada con un Museo del Merengue que permita a dominicanos y extranjeros conocer esa parte importante de nuestra identidad.

El Museo del Merengue debería venir de un esfuerzo conjunto del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Turismo y con apoyo contínuo del sector privado, y su construcción y administración debe tener un enfoque hacia potenciar su valor y atractivo turístico, para que, aún en su muerte, ese patrimonio cultural dominicano siga dando beneficios directos a nuestro país.

La ejecución de esta iniciativa podría ser el punto de partida con el cual se establezca un nuevo modelo de nuestra oferta cultural, desarrollando la forma en que nos presentamos al mundo y como, a través de espacios abiertos al público, mejoramos la forma en la que educamos sobre nuestra cultura e historia. ¿Qué más apropiado que iniciarlo con nuestro fallecido merengue?.