Los intercambios de insultos entre el presidente Donald Trump y el candidato demócrata y exvicepresidente Joe Biden convirtieron el primer debate de cara a las elecciones del 3 de noviembre en un deslucido y desagradable espectáculo. Ambos se acusaron de mentirosos y racistas, y ante el tono que alcanzaban los intercambios el moderador Chris Wallace tuvo que intervenir en varios momentos para restablecer el orden. Entre los golpes no podía faltar el tema del impuesto, que fue un duro golpe para Trump cuando Biden le enrostró que tributaba menos que un maestro de escuela.
Por aquí la opinión pública no está preparada para una retórica personal y tan poco edificante como la mostrada por Trump, quien cuestionó los principios de Biden. Este sin ningún miramiento tildó al mandatario de payaso. La opinión más extendida es que el presidente de la nación más poderosa del planeta no se mostró a la altura de su investidura con las interrupciones del debate y la descarga contra su contrincante.
Si bien Biden supo resistir no tuvo más alternativa que atacar con descalificaciones al gobernante. El abordaje de la problemática nacional e internacional quedó relegado en el primero de los tres debates que están llamados a sostener los dos candidatos presidenciales. Biden es hasta ahora el favorito de las encuestas para ganar las elecciones, pero la posición de Trump de no aceptar una derrota por su desconfianza en el actual sistema de votación es otro nubarrón que se cierne sobre el agitado proceso.
