Bruma de Marcallé Abreu
El dilecto amigo y narrador excepcional Roberto Marcallé Abreu, Premio Nacional de Literatura 2015, el Pico Duarte del reconocimiento dominicano a un artista de las letras, por la obra de toda una vida, puso a circular su nuevo libro: “Bruma de gente inhóspita”. Es una novela verdaderamente desgarradora, catastrófica, apocalíptica.
Parece que nos arroja al abismo cenagoso de nuestra realidad. Sentimos un vacío y una insatisfacción culposa ante los hechos, como si fuéramos cómplices, por acción u omisión, de las barbaridades que cometen los personajes.
El armazón lingüístico con que se desarrolla esta propuesta literaria de Marcallé Abreu, mientras va desenvolviéndose la terrible trama, se desgrana como el agua que cae para formar una gigantesca catarata. Pero en este caso el agua no hace espuma, ni es blanca. Es turbia, de un grisáceo muy sombrío. Lo digo sin reparo: El lenguaje con que se desvela cada escena de esta novela es tan aterrador como un atardecer entre neblinas, con disparos, gritos de niños y aullidos de animal salvaje.
Aseguramos que el lector quedará atrapado desde las primeras líneas, por la audacia de un narrador en primera persona, que luego cambia al clásico en tercera persona, con su omnisciencia de dioses.
Sabe mostrarse explicativo, como ardid para encantar y sorprender. Dice: “Puede que resulte inexcusable la forma en que doy inicio a esta historia. Adelanto que estoy en conocimiento de un oscuro secreto que ya ha costado la vida a muchas personas.”
Para el narrador, no existe razón que justifique morigerar, ni en lo más mínimo, el degradado ambiente social, político, económico y sicológico en que se desarrolla la historia. Se empecina en que bajemos de cuerpo entero, sin salvar nada, a las cloacas morales y éticas de los protagonistas. Afirma: “La oscuridad de las zonas oscuras de nuestra alma incrementa nuestros más oscuros instintos.” En el penúltimo párrafo de la novela, y en un cierre circular, declara que al Presidente “La oscuridad lo cubrió como un pesado manto…”
Lo más sorprendente es que esos personajes están caracterizados con una propiedad y una precisión, además de un abundante muestrario de hechos y expresiones, que los hacen tan reales como los que andan por nuestras calles, controlan nuestras vidas y deciden nuestro destino con total cinismo y desprecio. Por ejemplo: Pedro Fortuna, líder de la oposición, provoca el caos, con cientos de muertos y saqueos, y se queda como quien ve llover; es un ser afable y ofensivo sin causa. El presidente Diego Ovalle, es simulador, taimado, cruel y celoso con su imagen. Horacio, es un “cándido” y controlador candidato.
Roberto Marcallé Abreu muestra con destreza y fidelidad artístico-literaria, como un espejo roto, las miserias humanas y materiales que sufrimos. Y termina diciendo: “Luego, la vida se transformó en una bruma absoluta, una bruma de gente inhóspita que él, para su infinita amargura, jamás abandonaría…”