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Periodistas

Víctimas terror

 

El periodismo no termina de superar los peligros que suponen un ejercicio profesional. Mientras en muchos países se les denosta en desacuerdo con su trabajo, en otros, como acaba de ocurrir con dos periodistas ecuatorianos secuestrados por disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se les arranca la cabeza.

El mismo fenómeno ha ocurrido en México, el país de la región que supone más riesgos para el ejercicio periodístico.

En otras naciones se apela a las campañas de descrédito o se impone la censura y autocensura a través de diferentes métodos.

El caso del periodista ecuatorianos Javier Ortega de 32 años y del fotógrafo Paúl Rivas, de 45, es una señal de la seguridad que necesitan los profesionales de la comunicación para desempeñar su oficio. Los periodistas, que fueron asesinados junto al conductor Efraín Segarra, de 60 años, fueron secuestrados cuando realizaban un reportaje sobre la violencia en la frontera entre Ecuador y Colombia.

Era un riesgo que como profesionales decidieron afrontar antes que permanecer indiferentes frente a una realidad que atenta contra la seguridad y la paz en la zona.

Tanto el caso de Ecuador como los de México y Venezuela, así como la desaparición de un fotógrafo en Haití demandan más garantías para que los periodistas puedan ejercer su oficio con menos limitaciones y más seguridad. Ha de tenerse claro lo espantoso que son los nubarrones que ensombrecen el firmamento.

El Nacional

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