Vandalismo
En las narices
No se sabe si es porque se ha reforzado la seguridad o por alguna otra razón, pero la realidad es que han cesado las denuncias sobre robos de cables telefónicos y en los puentes. Desde hace un tiempo tampoco se habla de la sustracción de verjas ni de imbornales.
Hubo una época en que se puso de moda el robo de todo lo que parecía de metal. Los barrotes de hierro de las residencias y negocios se salvaron de puro milagro.
Pero como para que nadie se haga mayores ilusiones se ha denunciado que los dispositivos que iluminan la entrada de los elevados en su mayoría han sido robados para sustraerles las baterías. Todas esas operaciones indican la magnitud del mercado de efectos robados que opera en el país.
No ha de olvidarse que los propietarios de vehículos viven con el grito al cielo por el robo de accesorios, que se mercadean sin problema en algunas calles de la ciudad. Incluso hay muchas calles a oscuras porque los vándalos, que al parecer cuentan con una estructura bien equipada, se las arreglan para cargar con las lámparas.
Podrán citarse estadísticas según las cuales el vandalismo ha disminuido y que evidencien un fortalecimiento de la seguridad, pero en la práctica la realidad persiste.
La empresa que sonó la alarma sobre la sustracción de los paneles para orientar a los conductores durante la noche o cuando llueva dijo que había invertido cerca de 200 mil pesos como proyecto piloto para replicarlo en todo el país. El caso denota un malestar social que va mucho más allá de la cuestión de seguridad.