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Espacios públicos

 

 

La privatización o apropiación de los espacios públicos, que ha expuesto El Día a través de varios reportajes, es parte del desorden y la inseguridad que caracteriza la circulación de vehículos y peatones por las calles de la ciudad.

La irritante violación tiene más que ver con la falta de autoridad para hacer cumplir la ley que con la ausencia de planificación o diseño de las vías.

Sin que los agentes de la Dirección General de Servicios y Transporte Terrestre (Digesett) se den por aludidos, espacios que dicen no estacionar son ocupados por vehículos, en tanto en cualquier tramo se improvisa una parada de taxis.

Las voladoras transitan o se detienen en cualquier lugar a tomar o dejar pasajeros sin respetar señales ni nada. Lo mismo ocurre con un anacronismo que las autoridades no han encontrado la manera de erradicar, aunque están conscientes de la gravedad para el transporte, que son los carros de concho.

La mayor preocupación de los agentes de la Digesett son las intersecciones de avenidas, sin importar que el tránsito esté controlado por semáforos.

Los obstáculos en tramos que colocan comerciantes, dueños de talleres, parqueadores y hasta vecinos son parte de ese sálvese quien pueda en que se han convertido las calles.

Desde hace mucho tiempo los problemas son exactamente los mismos, lo que indica que nada se ha hecho para resolverlos. Si las autoridades eliminan los obstáculos de las vías y obligan a los conductores a respetar las señales puede darse por descontado que el tráfico de vehículo sería más fluido y existiría más seguridad para los transeúntes.

El Nacional

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