No tengo dudas que el presidente Luís Abinader será reelecto en el cargo, lo cual será bueno para el país, porque permitirá un salto enorme en materia de desarrollo, dándole continuidad a los planes que, en materia de construcción de carreteras, puentes, escuelas, hospitales, caminos vecinales, presas, plantas eléctricas, etc., tiene en carpeta el jefe de Estado. Ninguna obra será paralizada, al contario, todas serán terminadas o avanzadas.
Cuatro años es mucho tiempo para un mal gobierno, pero resultan insuficientes para uno bueno o mucho mejor que el que teníamos, como en efecto lo es el que encabeza Abinader. (La diferencia entre Leonel, Danilo y Abinader es del cielo a la tierra, en todos los sentidos).
De igual modo no tengo dudas que el Partido Revolucionario Moderno ganará la mayoría de las alcaldías y los distritos municipales del país en las elecciones de medio término. Las encuestas así lo dicen.
Espero, por igual, que el PRM y el presidente Abinader ganen la mayoría de los diputados y senadores, para así obtener la mayoría en ambas cámaras, lo que permitirá realizar los cambios estructurales que necesariamente tienen que producirse en el país, incluyendo la modificación de la Constitución, entre muchos otros, los cuales no han sido posible por falta de un consenso imposible de lograr en las actuales circunstancias, con una oposición obtusa y sin visión.
El expresidente Leonel Fernández antes de llegar al poder decía ser partidario de una oposición fuerte que le sirviera de contrapeso al gobierno de turno. Ponía como ejemplo la democracia norteamericana, donde dos partidos se alternan en el gobierno o lo comparten simultáneamente. Pero tan pronto llegó al gobierno dividió y destruyó a la oposición, sobre todo a los más fuertes como el Partido Revolucionario Dominicano, que lo convirtió en una entelequia que ya ni aparece en las encuestas. Lo mismo que el Partido Reformista.
Leonel Fernández hizo todo lo que dijo no haría. Se negó a sí mismo. Igual hizo su amigo, compañero y socio por muchos años, Danilo Medina. Ambos construyeron un partido hegemónico para controlar todos los poderes del Estado y evitar el contrapeso. Durante 16 años el PLD de Leonel y Danilo lo controló todo para beneficio propio, corrompiendo todo el tejido social dominicano. Los valores éticos y morales desaparecieron de un plumazo.