Sin importarle una inflación económica que supera el 50 por ciento, y con alrededor de cuatro millones de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza, el gobierno del primer ministro haitiano Ariel Henry solo favorece a clanes grupales.
Este reputado médico educado en Francia, propicia sin ruborizarse, una intervención armada como forma de apuntalarse en el poder. Dentro de esa endemoniada estrategia, Henry se ha mantenido utilizando al gobierno del presidente Luis Abinader en su desatino.
Es una verdad incuestionable que Haití está atrapada por una élite indolente y perversa, como lo demuestra el hecho de que mientras la gente de Cité Soleil no tiene agua potable, y la poca que consigue está contaminada de excrementos humanos, el régimen de Henry envía policías y militares a defender la destrucción del alicaído río Masacre.
En su obstinación de mantenerse en el poder, Henry se ha aprovechado del gobierno dominicano, todo eso a pesar de que el pueblo haitiano lo repudia. Es altamente contradictorio que no haya policías para enfrentar pandillas, pero sí para defender la espuria obra que irrigará las fincas de las desacreditadas élites haitianas.
A nivel internacional Henry se «arrastra por el suelo» dando la sensación de incapacidad total en los asuntos estatales, y suscitando una suerte de compasión por el estado de abandono de esa nación. En medio de ese conmovedor cuadro, el primero que acudió en su «auxilio» fue el presidente Luis Abinader. El mandatario expresó en escenarios internacionales que «Haití necesita ayuda», convirtiendo ese grito solidario en una obstinación.
Sin embargo, el comunicado de Puerto Príncipe, defendiendo el desvío del Masacre confirma la mascarada que durante todo este tiempo ha mantenido el señor Henry y su camarilla, que ahora descalifica al gobernante dominicano, prefiriendo burlonamente «negociar» con el sumiso MIREX.