Reportajes

Santiagueros preocupados por falta de escuelas y aulas en ciudad y otros municipios

<P>Santiagueros preocupados por falta de escuelas y aulas en ciudad y otros municipios</P>

El número de escuelas y aulas por habitantes en el Santiago de 1903, es abrumadoramente superior al de ahora.

¿Cómo se puede inferir, esa superioridad asombrosa aún sin tener a manos la realidad actual en esa área sensible?

Por la casi ausencia de déficit de aulas en relación a la todavía escasa población y la sobrepoblación actual de alumnos, que desborda la demanda de docencia.

Por cierto, no había loterías por la libre o autorizadas, ni traganíqueles ni banca de apuestas, casinos u otras formas de tentar el azar.

Había 32 escuelas, más que suficientes para la población escolar en un pueblo de algo más de diez mil habitantes, y había, es de justicia, más vocación magisterial, que merece, por ahora, otros espacio. Baste decir que los santiaguenses eran menos de once mil entonces.

Ahora, un solo barrio, el de Cienfuegos, tiene calculados 125 mil personas.

La cantidad de periódicos no es cosa de ignorarse.

Había ocho y cada uno representaba alguna tendencia social y política o una aspiración económica en una sociedad pequeña y netamente agraria pero no ágrafa.

Esta sobreabundancia formativa e informativa denota la preocupación colectiva por la formación.

El espacio vial era de callejones terrosos, muy pero muy alejados de los vituperados parquímetros hoy en capilla ardiente por una empresa que multa.

Con ese número de aulas se puede declarar sin temor al yerro que toda la población estudiantil contaba con un espacio dónde estudiar bajo techo.

Asimismo, lo hacían en las condiciones que permitía la época y  además, sin rodearse de drogas ni violencia ni desafíos a la composición del hogar, donde, como es sabido, siempre mandó el jefe de la casa.

En la actualidad es común decidir por lo que diga con sus horóscopos, sus programas que erizan y la ausencia de ese producto caro y raro, el mundo de las ideas.

La deserción escolar era asimismo bajísima o inexistente puesto que los dominantes padres de los estudiantes se ocupaban personalmente del problema, que no era siquiera tema de debate.

El municipio -no había un Ministerio y ni siquiera una pequeña dirección general de Educación- pagaba a los maestros y sostenía en pie las escuelas.

Procede recordar que los cabildos, esa valiosa tradición de gobierno local, rota por la política “moderna” tienen más de 300 años, son más viejos y doblan la edad, de la República.

Las frecuentes escenas de niños estudiando bajo un árbol con el peligro de que se desprenda una rama o de que los alcance un rayo u otras calamidades por el estilo contrastan desmerecidamente con la deserción escolar contemporánea, causada por apatía, niveles de pobreza- que las había grandemente hace 107 años, con cierta dignidad más lo de hoy es incomparable en términos.

En algunas líneas de desarrollo, parecemos más avanzados que otros-, el país está en lo profundo de los índices de desarrollo social aceptables, no produce rubros que debía tener desde hace años y no hay a la vista iniciativas que cambien esa realidad.

Sólo nos vemos algo mejor frente a otros que ni siquiera han arrancado.

En cambio, el espejismo de naciones desarrolladas se mantiene fresco en el camino de las ilusiones.

Toda evolución ocurre en zig-zag, irregularmente. Ahora parecemos más avanzados y en el trasfondo de todo siempre aparece un “pero” en el sancocho.

Una síntesis del censo poblacional de 1903, citado en el libro “Minicosas de un latidesorden”, síntesis de  los escritos en La Información, del que fuera director del Archivo Histórico de Santiago, Román Franco Fondeur,

Revela que para la época había en la segunda ciudad 10,921 habitantes.

Los santiaguenses residían en 2 mil 337 casas situadas, con unos cinco habitantes por cada una de ellas, y 38 calles.

Ahora mismo Santiago tiene, incluida la llamada población flotante, una cifra cercana al millón de habitantes si no es que llegó ya a él.

Había 71 profesionales, 135 carpinteros y 92 sastres. De los primeros quedan muy pocos y los sastres son una especie casi extinta, como también la de los albañiles, sustituidos casi en su totalidad por ciudadanos haitianos que cobran bastante menos por su trabajo.

Santiago tenía 32 herreros, 17 plateros (¿se movía tanta plata aquí?), sesenta talabarteros, 29 torneros.

Muchos procedimientos, ideas y  maneras de vivir, han cambiado significativamente, incluida las agresiones a la convivencia por vía del ruido, el espíritu de aldea, la ausencia de los queridos burros, de los que hay algunos rasgos por ahí cargados de carbón con una marchanta enmudecida que apenas se siente.

El Nacional

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