Opinión

Se repite la historia

Se repite  la historia

En el atentado contra el expelotero David Ortiz el resultado de la investigación no se corresponde, al menos hasta el momento, con la magnitud del suceso. Y para más frustración han aparecido incógnitas tan potentes como para provocar una lógica alarma. Está el hecho, por ejemplo, de que el imputado Olíver Mirabal Acosta estaba en libertad a pesar de que en 2015 fue condenado a cinco años de prisión por violación de la ley de armas de fuego.

El procurador Jean Alain Rodríguez explicó que Mirabal Acosta había cumplido la condena, pero sin explicar lo relativo al año que todavía le falta.

Las grandes incógnitas del atentado son la identificación del autor intelectual y el motivo por el que según las autoridades se pagaron 400 mil pesos para eliminar al exastro de los Medias Rojas de Boston.

Se ha podido determinar que en la amplia estructura que participó en el suceso había dos reclusos de la cárcel del 15 de Azua, José Eduardo Ciprián (Chuky) y Carlos Rafael Álvarez (Carlos Nike), pero sin llegarse hasta el cabecilla de la operación.

Las autoridades saben que los cabos sueltos fomentan la percepción, como ha ocurrido en la investigación de los escándalos de corrupción de Odebrecht y los aviones Tucano, de que se han dejado adrede para proteger o arreglarle el mundo a pejes gordos.

Con una historia que se repite, la impunidad, a pesar de los alardes con que se pretende embaucar a la población, se ha convertido en una constante.

Que a nueve días del suceso haya tantas interrogantes no hace más que aumentar las sospechas y fortalecer la desconfianza en las autoridades. No es verdad, por más atrasado que se pueda estar en materia forense, que con tantos rastros resulte tan difícil despejar las incógnitas que perturban a la población. Y para aumentar las sospechas el que se señala como autor del disparo ha declarado que no sabía que la víctima era David Ortiz.

 

O sea, como si se pudiera armar una estructura tan numerosa y con tantos ramales para atentar contra un desconocido, al margen, por supuesto, de que es obvio que el exjugador, una figura ampliamente conocida hasta en los más apartados confines del territorio, había sido ubicado en el lugar donde ocurrió el suceso.

De no aclararse lo más pronto posible el atentado al exestelar jugador sin la menor pizca de duda el daño que harían a la imagen de República Dominicana sería inmenso, además de correrse el riesgo de que medios internacionales divulguen lo que por estos predios se silencie.

Por si se ignora es necesario recordar que casos como el de Odebrecht han sido citados como muestra de que aquí no se persigue la corrupción y prevalece la impunidad.

El atentado contra David Ortiz, que tanto dolor e indignación ha causado, constituye otro desafío.

El Nacional

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