Con todo y el despliegue de tropas de Kenia, Jamaica y Belice las perspectivas para establecer el orden y la seguridad en Haití son todavía sombrías.
El gobierno del primer ministro Garry Conille no ha significado más que un interlocutor frente a la comunidad internacional, pero sin la menor capacidad para lidiar con las pandillas que no solo tienen en zozobra a la población, sino que aún controlan sus principales bastiones territoriales.
Las sanciones de Estados Unidos y Canadá a líderes haitianos que relacionan con las bandas ni las restricciones a la venta de armas tampoco han tenido mayores efectos en la estrategia para encarrilar a Haití por los senderos de la gobernabilidad y la tranquilidad.
En la propia población cunde la desesperanza frente a la evidente incapacidad de las tropas extranjeras para doblegar a las pandillas de rufianes.
Con el término inaceptable, en alusión a la falta de fondos para la misión internacional de seguridad en Haití, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, describe el panorama en la vecina nación. “Me parece extraño que sea tan difícil financiar una operación policial relativamente pequeña”, se lamentó Guterres.
Mucho antes de la presencia en Haití del canciller estadounidense, Antony Blinken, el primer ministro Garry Conille había advertido que sin recursos económicos y logísticos, así como más soldados, la recuperación de la seguridad y la gobernabilidad se tornaban tortuosas. Blinken entendió la realidad y se comprometió a aportar más fondos en tanto exhortaba a la comunidad internacional a aportar más dinero.
El secretario general de la ONU, que con República Dominicana ha sido de los más decididos propulsores del despliegue de fuerzas internacionales en Haití, no oculta su desesperanza, si es que no fluyen los recursos que se necesitan sobre los resultados de la lucha contra las pandillas que asolan el territorio.
El cuadro, a pesar de la presencia de los 440 soldados kenianos, los 24 jamaicanos y los dos beliceños, torna quimérica, al menos por el momento, la creación de un clima apropiado para celebrar elecciones el año entrante, como quieren Estados Unidos y otras naciones.