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Testimonio de amor

Testimonio de amor

Pedro Pablo Yermenos

Un 18 de septiembre, empezó esta historia. Llena de expectativas y miedos. Con preguntas imposible de responder en ese momento. Quedaba apostar al tiempo. Confiar en los principios y valores que intuían en la pareja elegida con más dudas que certezas.

Ambos dejaban atrás historias tristes, de esas que laceran la piel de la fe y dificultan creer que segundas oportunidades serán posibles.

Sin confesarlo, sentían que se lanzaban sin salvavidas a lo desconocido, contando con los remos del amor y dispuestos a prestarlos a cualquiera que en la travesía pudiese necesitarlos.

Esos auxilios se requirieron. Pero hicieron posible llegar hasta aquí, provistos del legado que dejaban doce años de enseñanzas, retos, vivencias compartidas, lágrimas y risas que los hicieron más fuertes y contribuyeron a descubrir que contaban ella con él y él con ella, en las altas, en las bajas, en las penas y en aquello que propiciaba probarles que eran mucho más que dos en la complicidad cotidiana en que se construía el escenario de su amor.

Nada hubiese sido posible sin la compañía de aliados estratégicos. Faltaban muchos. Había grandes ausencias, pero excelsas presencias. Imposible que la nostalgia no asomara al pensar en sus cuatro padres que tanto hubiesen celebrado ese momento.

Pero esa no era la fiesta que debían regalarse y merecían. Esa llegaría luego y en ella estarían quienes en ese momento les acompañaban con pensamientos, buenas vibras y mejores deseos.

El reducido grupo de familiares y amigos, sabía que estaba ahí por el significado de sus vidas en las de ellos. Sirvieron de testigos de la unión materializada y acompañantes maravillosos en los caminos transitados y en los senderos del porvenir.

Ella era protagonista de la jornada. Su tesoro. Lluvia fresca que llegó cuando la sequedad del terreno parecía irreversible. Mujer noble e íntegra. Excelente familiar y amiga. Trabajadora incansable. Quien lo hacía sentir el hombre más amado que puebla la tierra.

Que hizo de sus hijos, sus propios descendientes. Que ama su nieto tanto como él. Que venera su madre como la suya. Que ha lamentado no haber conocido su padre, por las referencias que de él ha escuchado.

En resumen, la mujer con la que consolidaba su vínculo.
Compañera con quien sueña compartir en alegría los años que la vida pueda depararles. Por ella y por los amados ausentes brindó, ofreciendo ese testimonio de amor con su alma y corazón como garantes.